La confianza mata a los corruptos

Cuando hablamos de crimen organizado o asociación ilícita, y mucho más si nos referimos a mafias, la primera figura que aparece en nuestro pensamiento es, indefectiblemente, la del tristemente célebre Al Capone.

También conocido como “Scar Face”, Capone es el paradigma de todo lo que tiene que ver con criminalidad y delincuencia. Tal es así que durante las décadas de 1920 y 1930 fue el delincuente más buscado en los EEUU. Su historia es muy conocida por todos, especialmente porque fue llevada al cine en más de una oportunidad.

Una particularidad de Capone es que hacía sus negocios con nombres falsos o “testaferros” por lo que no existían registros que lo pudieran relacionar con sus millonarios ingresos.

Hasta aquí, además de conocida, la historia nos resulta, especialmente a los argentinos, muy familiar. Sin embargo, las nuevas leyes promulgadas en 1927 permitieron al gobierno federal perseguir a Capone por evasión de impuestos, algo también muy familiar para nosotros.
Cuando parecía que, finalmente terminaban de aparecer propiedades a nombre de Lázaro Báez, (que es Kirchner) aparece un nuevo hotel de la exitosa abogada-hotelera.
El hotel Waldorf, con la particularidad que este se encuentra en la ciudad de Buenos Aires y no en Santa Cruz.

Según registros del Waldorf, muchas habitaciones fueron compartidas por varios huéspedes a la vez. Además hubo registros de pasajeros que, supuestamente, estuvieron hospedados en este hotel durante varios años de manera ininterrumpida.

Evidentemente, además de delincuentes parecería que Néstor y Cristina fueron muy burdos, o torpes, aunque en realidad lo que ocurrió sistemáticamente con los kirchner fue que se creyeron impunes de por vida.
Y de eso hay cientos de pruebas, tanto que hoy, la luz de los hechos, vemos que en algunos casos hasta fueron ridículos, tanto como que llegaron a hacer algo tan inimaginable como tratar de falsificar documentos con “liquid paper”.
No es ninguna novedad si decimos que en nuestro país las cosas ocurren de manera muy vertiginosa. Tal es así que el descubrimiento del nuevo hotel de los Kirchner parece una noticia vieja. Y es que inmediatamente después de conocerse la existencia de esta nueva propiedad, apareció Mariano Martínez Rojas, un empresario correntino involucrado en varias maniobras de lavado de dinero relacionado directamente al kirchnerismo, quien asegura tener pruebas de lavado de dinero por cifras millonarias en dólares.
Todo esto en 24 horas, pero como no hay dos sin tres, a los pocos días una nueva noticia relacionada a la corrupción K fue tapa de los diarios. Allanaron a Fabián Gutiérrez, un ex secretario de CFK por lavado de dinero y enriquecimiento ilícito, quien tras su paso por el gobierno aumentó su patrimonio considerablemente, teniendo en su haber casi 30 propiedades.

O sea, en menos de una semana, cuando después de ver la increíble cantidad de propiedades que aparecieron de Lázaro Báez (que es Kirchner) aparecen tres hechos de corrupción, lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y, seguramente asociación ilícita que implican directamente al kirchnerismo.
En todos los casos, como podemos apreciar, encontramos un común denominador: La torpeza; la misma torpeza como tratar de adulterar documentación con liquid paper.
Entonces volvemos al principio, y debemos preguntarnos ¿pueden ser tan torpes, brutos, y hasta burros como para ser tan infantiles? No, no nos confundamos. No es que hayan sido torpes o brutos; se confiaron, se creyeron impunes, pensaron que iban a poder manejar todo, especialmente la justicia, por 30 años.

Como reza el dicho popular, “La confianza mata al hombre”, y por supuesto también mata a los corruptos.
Si usted pensó que Al Capone, o Scar Face, si prefiere, fue un tipo muy malo, debe saber que Néstor y Cristina fueron mucho peor. Robaron miles de millones de dólares, tanto que es imposible determinar una cifra aproximada, con el agravante que lo hicieron con el poder que les brindó el Estado.
Algo así como “terrorismo de estado económico”.

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Escritor , periodista.

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