Nos seguimos comiendo el relato

Los argentinos, vaya uno a saber porque, tenemos muchos, muchísimos defectos. Uno de tantos es el de ser extremistas en nuestro pensamiento, que por lo general es binario. O sos de Boca o sos de River. Sos de Ford o de Chevrlotet. Si no sos peronista sos gorila, o si no sos simpatizante de izquierda sos de derecha.

Si no sos kirchnerista sos del PRO, y si cuestionás lo que hicieron los terroristas durante los setenta, sos defensor de los milicos. Claro que todo esto no es así, porque más allá de Boca y River existen Platense, Velez, Racing, San Lorenzo y tantos equipos más.

Y este frívolo ejemplo futbolero lo podemos aplicar a todo lo demás, pero cuando desarrollamos una de nuestras grandes pasiones, las discusiones de café, nuestro interlocutor -haciendo gala de otro de nuestros defectos, que es el de tratar permanentemente de invertir la carga de la prueba cuando no puede argumentar lo que plantea- por defecto, nos acusará de ser lo antagónico a lo que no estamos de acuerdo, y es infalible que cuando digamos que no somos peronistas nos acusen de “gorila”, o si decimos que los terroristas fueron delincuentes, inmediatamente, la respuesta sea: “claro, porque vos defendés a los milicos”, y así sucesivamente.

Y pasamos de la libertad al libertinaje en un segundo, y nos creemos dueños de hacer y decir lo que se nos ocurra con la misma simplicidad que cuestionamos y censuramos lo que no nos gusta o conviene. Siguiendo con nuestra lista de defectos, llegamos a uno muy característico, y es que “cuando lo hacen los demás, está mal, pero cuando lo hacemos nosotros está justificado”.

Todo esto, lamentablemente, durante la década kirchnerista se fue agudizando, y como todos sabemos, para los kirchneristas, todos aquellos que no éramos o somos K, éramos -y seguimos siendo, por supuesto- golpistascipayos oligarcasdestitu yentesvendepatria; así, todo junto.

Todo esto, no es nuevo, y obedece a la vieja escuela Gramsciana, introducida en el kirchnerismo por el filósofo Ernesto Laclau . Antonio Gramsci sostenía, por ejemplo que: “La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados “orgánicos” infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”.

Por lo tanto, cualquier coincidencia con el pensamiento de Gramsci con el kirchnerismo, no es pura coincidencia. Tal es así que todavía estamos debatiendo lo ocurrido en los años 70, que no es casualidad. Este debate fue instalado deliberadamente por el kirnerismo para enarbolar, desde su punto de vista, los Derechos Humanos. ¿Y esá mal debatir sobre una herida que sigue abierta? No, claro que no. Lo que está mal es ver una sola cara del conflicto, condenar a unos y enaltecer hasta la categoría de héroes o jóvenes idealistas a terroristas, y lo peor es hacerlo en beneficio propio, generando un negocio millonario, con el agravante de hacerlo sobre una mentira, como por ejemplo, el número de víctimas.

El titular de la Aduana, Juan José Gómez Centurión, durante un debate que se suscitó en el programa Debo Decir, que conduce Luis Novaresio, hizo, entre otras, estas declaraciones: “Lo de plan sistemático es un adjetivo; objetivamente la realidad es otra.

Yo no creo que haya existido un plan para hacer desaparecer personas, fue un torpísimo golpe de Estado lidiando con un enemigo que no sabían cómo manejarlo y que había arrancado en el 75 con una orden constitucional de aniquilamiento”. Se puede estar de acuerdo o no, con las declaraciones de Gómez Centurión, pero en lo que no se puede no estar de acuerdo, es en que todos tenemos derecho a decir lo que pensamos. O acaso Hebe de Bonafini no dice, sistemáticamente, que Macri es un hijo de puta y que ella se caga en la justicia?

Volviendo a Gramsci, y saliendo de la filosofía académica, para decirlo en criollo, nos comimos el relato. Gran parte de la población se comió el relato K, y parecería que está aceptado decir que hubo 30.000 desaparecidos, y decir la verdad pone a quien lo dice en defensor de la dictadura o de los militares, y no es así. Curiosamente, estos mismos personajes que se rasgan las vestiduras por los dichos de Gómez Centurión, son exactamente los mismos que defienden la dictadura castrista en Cuba.

Pero claro, cuando lo hacen los demás está mal, pero cuando lo hacemos nosotros está justificado, por eso Fidel fue un “dictador bueno”, algo tan ridículo como tratar de encontrar un perro verde. Eso no es todo dentro de la incoherencia kirchnerista y/o de izquierda. Tampoco dijeron absolutamente nada de lo que se le escuchó decir a Cristina en su conversación telefónica con Parrili, “a este tipo hay que matarlo” o las recientes declaraciones del ex ministro de la Suprema Corte de Justicia, Zaffaroni, cuando en referencia a Nisman no tuvo el menor pudor en decir que lo ahorcaría.

Pero no solo no hicieron ningún comentario ni ningún pedido de explicaciones o disculpas -que nunca vendrán, por supuesto, teniendo en cuenta la nula autoridad moral tanto de Cristina como del ex Juez Zaffaroni- sino que además los idolatran, como a dioses terrenales, y los tienen a ambos como ejemplos. Imaginemos que hubiesen dicho los medios kirchneristas si apareciera un audio en el que Macri dice “a este tipo hay que matarlo”, o que dirían si un Juez de los que está investigando a Cristina diría que ahorcaría a alguien.

Es más que claro que gran parte de la población se comió el relato, y lo peor del caso es que todavía lo siguen utilizando, y se las ingenian para instalar debates estúpidos e intrascendentes, como por ejemplo los twits de Cristina, diciendo que la citación a indagatoria para ella, sus hijos y otros por parte del Juez Bonadío fue para “tapar el desastre” del Gobierno.

Dejo para el final otra de las “polémicas” declaraciones de Gómez Centurión: “no es lo mismo 8000 verdades que 22 mil mentiras”, y esta sola frase, además de ser tan real como irrefutable, deja al descubierto la mentira del relato kirnerista, pero fundamentalmente, la hipocrecía.

Acerca de Oscar Posedente 12821 Articles
Periodista, locutor, actor y editor de Semanario Argentino y de Radio A de Miami. Director de Diario Sur Digital.