Vaya uno a saber …

En el frontispicio del templo de Apolo en Delfos, figuraba una inscripción, “γνοστι τε αυτν” (conócete a ti mismo). Esta sentencia, no solo fue clásica del pensamiento griego, sino que en todos los tiempos muchos pensadores han reflexionado acerca de ella. Si hasta podría decirse que este pensamiento, a dado origen a la sabiduría de Occidente.

Conocedores o no de esto, la mayoría de nosotros vivimos signados por esta búsqueda. Saber quién miércoles somos, es la llave que nos abre las puertas del ser y del hacer. Ignorarlo o negarlo, nos sume en un debate estéril. Una pugna entre lo que nos gustaría y lo que somos de verdad: está lleno de tipos supuestamente exitosos pero infelices que se contraponen a pelagatos incomprensiblemente alegres.

Porque la tendencia a confundir lo que somos con lo que nos gustaría ser, hace que nos la pasamos probándonos zapatos que jamás nos calzan justos. De ahí que caminemos para la miércoles “pero con escarpes italianos ¿viste?”.

Otras veces, cuando en una de esas la embocamos con lo nuestro -aunque sean alpargatas- y sentimos que por primera vez en la vida podemos caminar cómodos, seguros y, por sobre todo, con nuestro verdadero “andar”, caemos en algo muy común en nosotros los argentos, la comparación. Entonces, largamos las alpargatas y volvemos a los escarpes: andamos rengos, pero fashion.

Sin embargo, uno -que ha sido carne de diván por muchos años y a riesgo de parecer Bucay- sabe que esto que se esboza fácilmente, es una empresa, por lo menos, dificultosa. Conocerse a uno mismo, implica ver la parte oscura en nuestra personalidad. Esa que no nos gusta mostrar, pero que debemos conocer y entender para ser un todo. De lo contrario viviríamos partidos, disociados.

Cosa muy común en nosotros, que solemos tomar lo bueno de nuestro ser y poner lo malo en los demás. Conjugar nuestra propia luz y oscuridad, es una tarea que lleva años. Quizás, toda la vida. Lo cierto es que, aunque difícil, no es imposible. Lo bueno de hacerlo, es que trae aparejada una palabra fantástica: aceptación.

La primera acepción de aceptar nos lleva a recibir voluntariamente o sin oposición lo que se da o entrega. Uno deja de llevarse a las patadas con lo que le gustaría ser, para dedicarse a desarrollar lo que uno es. En otras palabras, larga los escarpes italianos, se pone las alpargatas, y a recorrer el mundo muchacho.

La segunda acepción, habla de aprobar, dar por bueno: “y sí, las alpargatas no tendrán ese diseño italiano tan hermoso para el resto del mundo, pero son el calzado que a mí me gusta”.

Esta larga introducción, tiene el objeto de analizar de modo sencillo una frase que se ha hecho muy común por estos pagos en los últimos años: “es lo que hay”.

Uno puede escucharla en cualquier ámbito, cotidiano, laboral o, cómo síntesis de un pensamiento instalado, en los “medios” de comunicación.

En principio se podría suponer que es el resultado de lo expresado al comienzo. La respuesta de un pueblo conocedor de sus posibilidades y limitaciones que, ante los problemas a resolver, apela a las cosas con que cuenta (lo que hay), para obrar en consecuencia. Pero no. El “es lo que hay”, debe leerse como “macho, no me jodas. Acá las cosas son así y no se pueden cambiar”. Lo que reina, en términos generales, es una velada y hasta a veces expuesta, resignación.

Si hasta puede verse en los programas de televisión. El conductor, después de ver o hacer una soberana pelotudez, en un arrebato de autocrítica, se da cuenta de que lo que está ofreciendo al público televidente es una verdadera porquería. Ante esto, se podría suponer que el tipo encararía al director con palabras tipo, “¡basta loco, no pedemos seguir haciendo esto! ¡Es una vergüenza!”. Error. Luego del arrebato de autocrítica, el conductor mira a cámara (al televidente) y, con un guiño cómplice, se manda la frase que zafa de todo, “es lo que hay”.

El “es lo que hay”, es el signo visible de lo contrario: lo que no hay. Y, básicamente, lo que no existe es el debate. Lo que no existe es la existencia de un rumbo claro.

Por ahora, para que esto cambie, habrá que esperar. Por ahora, es lo que hay. Aunque, en una de esas, lo encontramos ¿por qué no? En una de esas, aunque Lanata diga lo contrario, en las marcha atrás de Macri, engancha la primera, de una caja de velocidades, que conforme a todos. Vaya uno a saber.

Acerca de Oscar Posedente 12821 Articles
Periodista, locutor, actor y editor de Semanario Argentino y de Radio A de Miami. Director de Diario Sur Digital.