Un mundo más amigable

Ponerse en el lugar del otro es algo, en principio –dejando de lado la física cuántica-, imposible: nada en el Universo puede estar en dos lugares al mismo tiempo. Salvo que, lo de estar en el lugar del otro, refiera al lugar que ocupa. A la silla que dejó cuando se fue a Sevilla.

Pero no. Cuando decimos o nos dicen, “ponete en mi lugar”, pedimos que el otro se imagine lo que sentimos en el alma ante las circunstancias que nos toca atravesar. Al fin de cuentas, esta expresión es la clara muestra de que este Mundo que nos toca vivir, es para ser compartido.

Así, aunque la experiencia sea intransferible, nadie dijo que no sea posible de ser contada. Y, más que eso, necesario hacerlo. Como explica el viejo chiste del náufrago que, al caer en una isla desierta se encuentra con Luciana Salazar –sin Redrado- y, tras hacer el amor con ella, le pide que se disfrace de hombre para poder contarle a un varón, con qué mina se está acostando.

A pesar del individualismo reinante, en el fondo de nuestros anhelos-si estamos más o menos sanos-, no podemos vivir sin un “otro” a quien le importemos y que nos importe. Aunque ese u esos “otros” estén lejos, uno sabe que estamos, y están, en nuestros corazones.

Así, uno se imagina a los que quiere recorriendo algún lugar de Gerli, Bs.As., Río Gallegos, Rosario, Miami, New York, Barcelona, o dónde estén. Y, anden tristes o alegres según las circunstancias, uno los acompaña, está con ellos desde el alma. Lo mismo ocurre a la recíproca, cuando alguno de los que está acá, o afuera-en medio de paisajes muy diferentes a Gerli-, nos llama diciendo “no sabés, hoy estaba en la playa y me acordé de vos. Me decía a mí mismo: el
Negro tiene que estar acá. ¡Qué bien la pasaría!”.

Y uno está. Uno ha recorrido lugares insospechados sin saberlo, a través de esa cosa fantástica llamada “presencia”. De ese estar “presente” en ese otro, en esos otros, y viceversa. Porque, al fin de cuentas, formamos parte de un “ser” más grande. Que no se acaba ni el límite de nuestra piel, o del suelo que habitamos. Al contrario. Nuestro propio ser cobra una dimensión casi, inconmensurable.

Con características que sortean el tiempo y el espacio. Ya que, aunque nos veamos una vez cada muerte de obispo-y eso que son duros pa’ estirar la pata-, nada logra borrar del alma la presencia de aquellos a quienes llegamos a querer. Quizás, porque todos esos “otros” han contribuido a formar lo que somos.

Forman parte de, para el caso, este tipo que firma esta columna. Es como si, el vivir, sólo pudiese hacerse como jugando, únicamente, en un Equipo de fútbol, aunque sin que nos demos cuenta. Uno cree que la vida, es la cancha, y uno, el único jugador.

Lo que ignora, es que cuando mueve la pelota del vivir, juegan con nosotros todos aquellos que nos acompañan desde pibes. Pa’empezar, ni hablar de nuestros viejos, que nos convocaron en una noche de amor nueve meses antes de que naciéramos. O de nuestros abuelos, tíos, sobrinos, primas/os-y esa prima/o con la que jugamos al Dr.-, los pibes y las pibas de la cuadra, las maestras, los compañeros de colegio.

Si hasta la portera del colegio hace jueguito con la pelota del vivir, justo al lado de nuestras esposas/os, de nuestros hijos y nietos. Así, cada día que salimos a la cancha de la vida, hay multitudes que juegan con nosotros en ese cuerpo inmenso que ignoramos tener.

Por eso, aunque uno crea que es uno quien se ha hecho a sí mismo, no es así. Cuántas de nuestras decisiones, son el resultado de un debate silencioso entre todos aquellos a los que por una u otra razón hemos conocido y conocemos, incluidos el diariero o el almacenero, por nombrar alguno.

Así, en tren de nombrar, omití, ex profeso, una palabra que nombra a uno de los seres más importantes para los argentinos: “amigo”. La razón de esta omisión, es una frase de “Ciudadela”, de Saint Exupery, “No hay un solo ser humano en el mundo, de la que, una parte de él, no sea mi amigo”.

También, porque cuando pienso en un mundo mejor, suelo hablar de un mundo más “amigable”. Por eso, en esta fecha, les y “me”propongo, que pensemos en la cantidad de gente-amiga que nos habita. Seguramente, casi la misma en la que nosotros también habitamos. Puede que nada puede reemplazar el hecho de no tener a nuestro lado en esta fecha en particular a los más queridos.

Es posible. Pero, aunque suene a consuelo barato, imaginen por un instante lo que sería no haberlos conocido, amado, y seguirlos amando a pesar de lo que sea, incluso la distancia. A uno, le resulta imposible. Puede que más de una vez se me piante un lagrimón, o una puteada, por la economía y otras mierdas que me arrancaron amigos y parientes. Pero elegir el olvido, o no haberlos conocido ¡Ni en pedo! Además, y por lo dicho, ellos forman parte del hombre que soy.

Así, a pesar de los pesares, le doy gracias al Barbeta, por todos los compañeros que la escolasean conmigo en este Equipo del Vivir. Incluidos Uds., mis queridos lectores. Y ahora, ojo al piojo, que les paso la pelota. Un abrazo desde Gerli.

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Acerca de Ricky Veiga 52 Articles
Escritor, guionista, productor de Radio y TV.

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