El Pichón de San Martín y los Sargentos Cabrales

Estamos a un mes de cumplir 15 años de la primera edición de SEMANARIO ARGENTINO. Por eso, se me ocurrió volver a publicar algunas notas viejas para, así, repasar qué pasaba por ese entonces.
Esta, fue publicada en septiembre de 2003, y tiene una pequeña anécdota que les cuento al final.

-¡Pichón de San Martín!-le gritó uno de los argentinos al presidente Kirchner durante su encuentro con algunos de los residentes que viven en Nueva York. Desde el living de mi casa gerliana, en Argentina, el noticiero me muestra la cara del que lo dijo. A continuación, los reporteros destacados para el viaje, entrevistan al grupo de residentes que rodean al presidente: se los ve felices. No es para menos, hay que reconocer que “el Néstor” tiene un encanto especial. Atropellado como es, rompiendo el protocolo a cada instante, el patagónico parece mas un muchacho de la barra de la esquina que un primer mandatario. Uno siente que si los argentinos hubiésemos descubierto esa faceta antes de las elecciones, el porcentaje de votos habría sido mayor.

Pero, de todos modos, el muchacho ha logrado obtener uno de los mayores porcentajes de aceptación de los últimos tiempos para un presidente: cerca de un noventa por ciento. Pero volvamos a la tele. En este momento una residente Argentina le contesta al periodista que sí, que no ve la hora de volver, que hace ocho años que vive en Nueva York y espera que, con Kirchner, el país mejore para poder volver. La voz de mi mujer interrumpe el noticiero: tenemos que ir a un casamiento.
Ya pasaron los postres y el carnaval carioca, en un rato mas, la novia arrojara el ramo y las solteras tiraran de la cintita. Me sirvo otro poco de vino, enciendo un cigarro y miro a la gente. Todavía me acompaña el rostro de mi hermana argentina de Nueva York. Pienso en Uds. allá en el norte. Dani, por ejemplo, debe estar con los muchachos en el club de argentinos que armaron en Queen’s. Es un local chiquito, pero alcanza para jugar unos “trucos” y, de vez en cuando, si consiguen, tomarse una “Quilmes” bien helada.

El sonido de un acople me trae de nuevo a la fiesta. En medio del salón, el novio acaba de conectar su guitarra eléctrica mientras la novia prueba su voz frente al micrófono: se viene el show. Primero es “Alfonsina y el mar”, le siguen “Las manos de mi madre” y esa de Teresa Parodi que habla de los albañiles correntinos. Antes de cantarla, la novia la dedica a todos los inmigrantes. En la fiesta hay tanos, gallegos, polacos, y más de un provinciano. Sin que nadie se entere, todos los lectores del diario están ahí convocados por mí, por mi nostalgia prójima, y por mi bronca:¿ por qué miércoles no podrían estar acá, festejando en Argentina?. Ya sé que la lista de los “miércoles” es más larga que la Av. Rivadavia y que el turro de Rivadavia debe ser uno de los primeros, pero, no estaría nada mal, inaugurar otra a favor de los retornos.

Ojo, no se trata de repatriar por decreto: muchos argentinos ya habrán adoptado a una segunda patria y, aunque no dejen de amar a la primera, su destino ya tiene otro suelo y, de eso, pueden dar cuenta muchos de nuestros abuelos. El asunto es la expectativa que cada pichón de San Martín genera dentro y fuera del país. Cada cheque en blanco que, ante el primer gesto “piola”, los argentinos volvemos a firmar.

En mi caso, tengo bien guardada la lapicera, el ojo atento, y los sueños frescos. Porque son mis sueños de un país mejor los que me permiten vivir, en este país peor, con la mirada puesta en la esperanza. Y la esperanza, para mí, son todos los Sargentos y Sargentas Cabrales, que se levantan cada día, acá, allí, y en todas partes, a construir la patria silenciosamente, sin alardes, sin agentes de prensa o asesores de imagen.

Sin hacer, el más mínimo marketing de todo su “laburo” o de todo lo que ponen para conseguirlo acá, o del dolor que significa hacer las valijas, ya cansados de buscar, para encontrarlo afuera. Porque, para que este Kirchner-pichón de San Martín devenga, en algo más o menos parecido a un presidente de verdad, tendrá que gobernar con y para el pueblo. Sino, más que merecer el bronce, será otra figurita de cartón pintado.
Y ahora, mis queridas y queridos Sargentos Cabrales, levantemos la copa, los novios están brindando por el futuro.
N/A: Apenas esta nota estuvo en la calle, con Oscar Posedente comentábamos por teléfono, sobre lo piola que sería que, el argentino que le gritó “¡Pichón de San Martín!”, pudiese leer el Semanario. Dos días después, Oscar me llamaba para decirme que le había pasado mi número de telefono a quién…sí, al que había gritado. Se llamabá José.
A la media hora, estaba hablando con él. Emocionado, me comentó algo que aumentó aun más la mía: había sido Sargento de nuestro ejército. Después del ’55, largó todo y se fue a vivir a EE.UU. ¿El motivo? Se fue atrás de una “percanta”. Hacía 46 años que vivía con ella en la “Gran Manzana”.
Podría contar más cosas sobre él, pero, con decirles que estuvo de visita junto con su esposa, aquí, en mi Gerli, creo que alcanza.
No sé si viene al caso esto que les cuento. Mas, se me ocurre que hace a la esencia de esta columna y de Semanario Argentino: uno no lo siente como un periódico, es un lugar de encuentro entre argentinos.
Por último, y tras releer la nota a casi 14 años de haberla escrito, sigo sin firmarles cheques en blanco a los políticos: He visto mucho cartón pintado.. Aunque eso, para los que siguen mis notas, no es novedad.
Lo que no saben, es que el futuro por el que brindan los novios de la nota, en el presente, tiene dos nombres, Mateo, y Emilia. Son mis nietos.

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Acerca de Ricky Veiga 52 Articles
Escritor, guionista, productor de Radio y TV.

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