Roland Garros: Rafael Nadal aplastó a Wawrinka y se llevó su décimo Roland Garros

El español fue demoledor en la final. Ganó el torneo sin perder un set.

Todos los adjetivos se quedarán cortos a la hora de calificar la actuación de Rafael Nadal en esta final de Roland Garros. Se podría, decir, sencillamente, que el nivel del español lo ponía en la categoría de «injugable» para cualquier rival. El español mostró una categoría tan elevada en su juego que por momentos redujo al ridículo a Stan Wawrinka, un jugador que habitualmente tiene sobrados argumentos para vencer, o al menos complicar, a cualquiera en el circuito. Fue 6-2, 6-3 y 6-1 en dos horas y cinco minutos, para que Nadal agrandara, casi sin transpirar, su enorme lugar en la historia del Grand Slam sobre polvo de ladrillo.

Rafael Nadal salió a jugar con la decisión de quien quiere despejar todas las incógnitas de entrada. Estableció una clara diferencia en el primer set con el suizo Stan Wawrinka, un jugador inteligente y habitualmente complicado que no encontró resquicios para cambiar la historia. Con la potencia característica y casi sin errores, Nadal estuvo a punto de quebrarle a Wawrinka en un larguísimo cuarto game. El suizo salió indemne de esa situación, pero después Rafa no perdonó: consiguió sendos breaks en el sexto y el octavo para cerrar el primer set.

El envión de Nadal no se frenó. Parecía pegar siempre cómodo contra un Wawrinka que no encontraba la manera de sacarlo de eje: cuando forzaba, nunca era suficiente ante un rival que adivinaba todas sus intenciones. Nueve games consecutivos se llevó el español. Para cuando Stan pudo reaccionar un poco, ya estaba 0-3 abajo.

 

Recién a partir del cuarto game, el partido volvió a parecerse un poco a un duelo entre dos contendientes de niveles similares. Aun cuando Rafa seguía en modo arrasador, Wawrinka encontró en contados momentos la manera de pegar ese revés mágico que tantas alegrías le dio. Pero si Nadal no empezaba a equivocarse un poco, no había manera de que la historia fuera al menos pareja. Si hasta cuando parecía absolutamente perdido, Rafa sacaba un manotazo como el del octavo game, con una derecha espectacular que se metió en el fondo de la cancha.

Con la confianza al 100%, el español fue a buscar el cierre con el saque de Wawrinka en el octavo game. Con ángulos increíbles, subiendo a la red cuando hacía falta. Y prácticamente sin errores. El suizo consiguió zafar, apoyado en buena medida en su saque. Pero después Nadal no perdonó con su servicio. Clavó el 6-3 con un saque que Stan no pudo sacarse del cuerpo y quedó a un paso de su décima consagración en París.

Y si cabía alguna sospecha de que Nadal bajara el ritmo luego de ser una aplanadora en los dos primeros sets, enseguida se despejó. Fue al cuello de Wawrinka en el primer game y consiguió el quiebre que lo ponía de frente a la victoria. Rafa no perdonaba ninguna caída mínima en el juego de su rival, y sus errores eran mínimos. Llegó después un nuevo quiebre y el desenlace se volvió inexorable. El último tiro del suizo, una heterodoxa volea desde el fondo de la cancha que se quedó en la red, fue el fiel reflejo de su impotencia. Enfrente había un coloso que, cuando juega a este nivel, es imposible de vencer. Después de un descanso de tres años, Nadal volvió a festejar en el patio de su casa.

 

 

GG

 

 

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