La Pachamama y nosotros

Siempre me han llamado la atención nuestros hombres y mujeres del noroeste. Aquellos que descienden de los pueblos originarios y que pueblan nuestra tierra desde Santiago del Estero hasta la puna. O más allá, desde donde bajó la cultura incaica, en lo que antes era parte de nuestra patria, el Alto Perú.

En toda esta zona el culto a la Pachamama -la madre Tierra-, va más allá de las distintas fiestas y ceremonias que los porteños conocemos. Por estos días mientras la tierra duerme, y las parcelas cultivadas con técnicas centenarias esperan el momento de llenarse de colores, los descendientes de estos pueblos se preparan para recibir al Equinoccio de Primavera.
Lo hacen, como paso a un nuevo nacimiento. La Pachamama les dará sus frutos tras haber convivido con ella, trabajado con ella. La Madre Tierra y su poder creador se renuevan y ellos también.

Por eso, al llegar agosto, el mes de la “Pacha”; en su primer día invocan a todas las fuerzas cósmicas y telúricas para que los guíen en el camino de la vida, la verdad, el amor, la paz y la libertad.
Muchas veces, cuando veo a algún hermano salteño, jujeño, o, santiagueño, echar un chorrito de vino sobre la tierra, como ofrenda a la Pachamama antes de beber, me pregunto ¿cuán civilizado soy?
Uno, que apoya el accionar de las organizaciones ecologistas y las juzga a la vanguardia, ¿qué lugar debería darle a una cultura que desde hace siglos invita a cuidar la madre tierra, a no contaminarla ni destruirla?

Las ideas y el mirar de Occidente suelen descalificar a todo aquello que no venga de la razón. Para nosotros los métodos científicos deben abarcar todos los ámbitos, sin excepción. Nuestra actitud cientificista se preguntó un día ¿qué pasa si bombardeamos el núcleo de un átomo? Y tuvimos un Hiroshima y un Nagasaki. Ahora vamos por la clonación…crucemos los dedos -aunque no pueda fundamentarlo la razón-.

¿En medio de este mundo convulsionado, no debería uno ser más reverente con una cultura para la que todo tiene un espíritu que anida, vive y se manifiesta en todo lo creado y no creado? En una de esas, el poner límite a los alcances de la ciencia, puede que forme parte de un saber más trascendente.

Al fin de cuentas y como lego en estas cuestiones, la teoría del Big Bang puede ser tan cierta como lo era para los incas el haber salido de dos lagunas. Lo que está fuera de discusión -desde el mundo de la razón o el que se nos antoje- es que, tarde o temprano, deberemos entender que tenemos un solo planeta para vivir, una Big-House. O lo entendemos, o nos iremos todos a la “quinta del Ñato”.

Así, cada primero de agosto y desde hace algunos años, tomamos junto a mi “Negra” nuestro sorbito de caña con ruda. No digo que cabemos un pocito en la tierra y pongamos nuestras ofrendas a la Pachamama –cosa que deberíamos-, pero sí lo hacemos en el jardín de nuestra casa, y, mientras arrojamos las gotitas de caña sobre el suelo, nos entregamos a ello, con profunda reverencia.

Todo esto, dicho sin alardes: no pretendo imponer pareceres. Sin embargo, y en tren de compartir sensaciones, no puedo más que dejarme llevar por una fuerza desconocida. Una fuerza que quizás encuentre explicación, en “El Hombre que está solo y espera”, de Scalabrini Ortiz:

“Excúseseme esta imagen que utilizaré seducido por su valor de persuasión. Dos gases son el hidrógeno y el oxígeno, y en ser dos gases distintos se obstinan por mucho y muy enérgicamente que se los mezcle. Podrán variarse las proporciones, batirlos, trasvasarlos, presionarlos, y los dos gases seguirán irreductiblemente aislados ante la pericia del químico. Pero un agente cataléptico —una esponja de platino, una chispa eléctrica— determina su inmediata combinación en un compuesto cuyas propiedades rechazan toda relación de parentesco con los progenitores: el agua. El porteño es, una combinación química de las razas que alimentan su nacimiento. El porteño es esa gota de agua, incolora, inodora e insípida que brota en el fondo del tubo de ensayo o que el cielo envía para que la tierra fructifique”

Quizás sea está la “razonable” explicación de este telúrico sentir. Por más que muchos crean que somos el país más austral de Europa, estamos en América. Nuestro espíritu está atravesado por el de nuestros abuelos gallegos, tanos, rusos, quechuas, guaraníes y demás pueblos.

De todos modos, se me hace innecesaria explicación alguna. En todo caso, solo resta entregarse a este sol austral, a estos días de agosto que poco a poco se van haciendo más largos preanunciando el llegar de la primavera con sus brotes y primeras flores, y compartir lo que la madre tierra nos regala cada año.

Para los que quieran hacerlo, la ceremonia de la pachamama suele hacerse desde hoy, 1 de agosto, hasta el día 15; así que ya sea Miami, Nueva York, o el lugar que fuere del planeta, tienen dos semanas para tomar su caña con ruda –a falta de caña, cualquier bebida espirituosa-. El asunto, es cumplir con el ritual de echar, previamente, unas gotitas en agradecimiento a nuestra madre tierra. A fin de cuentas, la Pachamama y todos nosotros somos una misma cosa: “lo que le hagamos a ella…”

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Acerca de Ricky Veiga 52 Articles
Escritor, guionista, productor de Radio y TV.

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