El país de la mayoría Por Pablo Dócimo

La voluntad popular es innegable, aunque muchas veces es negociable.La ambición de poder que venimos soportando desde tiempos remotos hace que muchos, políticamente, estemos en puntos muy distintos, tan distintos como el blanco y el negro, el fuego y el agua, la noche y el día.
Hay quienes elegimos cambiar de una vez por todas, dejar de seguir improvisando, de terminar con un país atado con alambre y emparchado por todos lados donde el clientelismo, el facilismo y la dádiva están por sobre las estructuras -pero fundamentalmente instituciones- solidas que necesita una nación, que son la educación, la salud, la seguridad y la justicia.


Hoy, en lo personal, me queda la grata sensación de que siempre voté con convicción, siempre voté pensando en mis hijos y por el bien de una sociedad donde el diálogo, el consenso y la transparencia fuesen lo normal, y no una excepción.


Lo que vendrá, lamentablemente es conocido.
Pero evidentemente, a una gran parte de la población no le interesa volver a ser gobernados por la mayor banda de delincuentes de la historia universal, con el agravante de que muchos de quienes votaron, una vez más, al peronismo, están de acuerdo con su política populista.
La vida no pasa por el ocultamiento de datos para no mostrar la realidad, la violencia en el reclamo, el facilismo, el acomodo, la obsecuencia a la hora de sacar rédito o la heladera llena aunque el agua servida te vaya destruyendo el sistema inmunológico.

Una sociedad seria crece sin clientes, sin esclavos, con libertad de expresión, con un programa educativo coherente, con un sistema de salud organizado, y sin que nadie interfiera de forma patoteril y pendenciera en tus quehaceres laborales.


La sed de venganza que se avecina no es la mejor salida.
El odio irracional al capital, que no es lo mismo que el capitalismo, solo generará conflictos, y la manipulación indiscriminada de los medios de comunicación será la fuente primordial para que muchos crean que están en el país de las maravillas.
No es necesario ser un adivino para saber que es lo que vendrá; solo hay que hacer un poco de memoria.


Sabemos que una vez más vendrá el discurso de la igualdad, cuando la igualdad la hacen las posibilidades, no los planes indiscriminados que solo sirve para quitarle la dignidad y la capacidad de decisión a los que menos tienen.


Sabemos que una vez más vendrán los grandes anuncios, de grandes mentiras que -como casi siempre- nunca se cumplirán.
Sabemos que los que hoy están presos por delincuentes volverán a estar en libertad, y que la justicia siempre va a estar del lado del poder de turno, como ocurrió siempre en nuestro país.


Sabemos que van a querer acallar y perseguir a periodsitas y medios que se atrevan a decir lo que ellos no quieren que se diga, porque absolutamente siempre, desde su mismísima concepción, esa fue una de las patas del pronismo. Está en sus genes, en su ADN.
Indudablemente, en nuestro país hay dos formas bien definidas de república, y aunque hoy pertenezca a la minoría, mi convicción no la rifo, no la vendo, ni la entrego.

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Escritor , periodista.

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