Que el árbol no nos tape el bosque

Es muy difícil, en estos días, abstraerse de la problemática que está sufriendo el mundo entero, el coronavirus. Todo el planeta, en mayor o menor medida, lo está sufriendo, y en nuestro país esto recién empieza.

Los argentinos, además de padecer todos los problemas que venimos sufriendo desde hace décadas, ahora tenemos que ver como sobrellevamos esta maldición.

No es intención, en esta nota, hablar del coronavirus, pero si hacer notar dos cosas. La primera es que, como no podía ser de otra manera, el gobierno nacional ante tamaño desafío volvió a demostrar lo improvisado e inoperante que es. Citemos, a modo de ejemplo, cuatro hechos puntuales.

1- El Ministro de Salud, Ginés González García aseguró, allá por febrero, que el virus tardaría en llegar. Luego, al conocerse los primeros casos en nuestro país no tuvo mejor idea que decir «Pensé que iba a llegar más tarde».

2- El gobierno nacional decidió reemplazar a la hoy exdirectora del Instituto Malbrán -donde se realizan todos los análisis para confirmar o descartar los casos sospechosos del coronavirus en el país- la genetista Claudia Perandones, por Pascual Fidelio, a quien la Universidad Nacional de Córdoba le inició un sumario administrativo por supuestas irregularidades.

3- En conferencia de prensa, el Ministro de Salud aseguró que no se suspenderían las clases ya que «los chicos no son un grupo vulnerable».

4- La falta de control en los aeropuertos, especialmente en Ezeiza, que recién ahora se está implementando.

Hasta aquí, la primera cuestión, que está relacionada con el coronavirus. Ahora vayamos a lo segundo, que es que no debemos dejar que el árbol no nos permita ver el bosque; porque el problema del coronavirus, en algún momento, tarde o temprano, se solucionará, pero nuestra realidad va a seguir estando allí, esperándonos.

En lo personal, a poco más de100 días del nuevo gobierno, no encuentro una sola medida que este haya tomado como para destacar, sino todo lo contrario. Tanto la malísima estrategia de la negociación de la deuda, reeditar el conflicto con el campo y la falta absoluta de un plan económico lo demuestran.

Vivir en Argentina, para el ciudadano común, es realmente muy difícil. El argentino promedio, ese que se levanta todos los días para ir a trabajar, tiene que lidiar con muchos problemas, a saber: Inflación, falta de trabajo, el precio del dólar, pagar una montaña de impuestos, sufrir un servicio paupérrimo por parte del Estado y, fundamentalmente, la inseguridad o cuidarse de no morir en un accidente de tránsito.

Todo esto no es producto de la mala fortuna o de la casualidad, sino de malos gobiernos, que se fueron sucediendo unos a otros, y lamentablemente todo parece ir de mal en peor.

Hágase, estimado lector, las siguientes preguntas: ¿por que los que hicieron lo que hicieron iban a volver mejores y ahora hacerlo bien? ¿por que iban a solucionar los problemas que no solo ellos produjeron y no pudieron solucionar antes, sino que si no hubiese sido por ellos hoy no los tendríamos?

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Escritor , periodista.

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