El principio del fin, por Fernando Quiroga

Camino a las generales legislativas de noviembre, el kirchnerismo no solo sufrió una impredecible derrota; sino que marcó un punto de inflexión, sin precedentes, en la estadística de las urnas del peronismo. Máximo Kirchner y el desesperado equilibrio de fuerzas. Las traiciones internas, la posibilidad de la caída y el escenario impredecible del 14 de noviembre.

por Fernando Quiroga – Especial para Semanario Argentino

Las placas tectónicas del peronismo parecen dinamitarse continuamente. Más que emulaciones de fallas geológicas, los basamentos del sueño de los pretendidos herederos de Juan Domingo, parecen estar pasando por un quiebre irrecuperable; ya que más allá de las diversas hipótesis y las estrategias que siempre tiñen de oscuridad la trama política, en esta oportunidad, es muy probable que el Kirchnerismo (en cualquiera de sus camaleónicas formas de populismo exacerbado) haya iniciado una secuencia sin retorno.

Teorías habrá muchísimas; la primera y menos descabellada es la selección natural; el argentino medio encuentra siempre el camino de su redención, y quizás ya no considere ni a la subestimación ni a la dádiva como grandes posibilidades para su vida.

Las PASO arrojaron un pronóstico devastador para el mentado movimiento nacional y popular que, desde 2003, busca (y en determinado momento lo logró) entronizarse fuertemente en las urnas. Cuando el pasado domingo 12 de septiembre, Máximo Kirchner, primereando el triunfo, festejó en vivo desde el bunker cuando faltaban siete minutos para las 20:00 en Argentina, sin haber obtenido ni un 1% de la certidumbre de los guarismos, envió un mensaje inequívoco a los comunicadores avezados; DEBILIDAD.

En una jugada desesperada, y al intuir la derrota que comenzaba a vislumbrarse, pretendió de una manera oscura, asegurarse de ganar la única de las batallas posibles: la de la pantalla. Como buen hijo de su padre, sabe que la proyección mediática es vital, irrumpe y consolida, aun cuando la verdad, antes de transformarse en tal, es una construcción endeble y potencial.

Minado de dudas, Máximo tuvo una fría certidumbre, una que parece haberse instalado en el universo K: la de la derrota. Parecía una final del mundo para los acólitos que lo seguían; se miraban nerviosos escrutando un minuto a minuto que jamás les dio sosiego, jamás una pelota en el área que les diese respiro y oportunidad.

El principio del fin

Demasiados son los frentes para el primogénito de CFK, y el menor de los problemas del heredero, es la adversidad de Juntos. Napoleónico como pocos, Máximo necesitaba consolidarse en el gabinete de Alberto por derecha, y erguirse como Patrón de la Vereda del Gran Buenos Aires.

La única manera de crecer en la consolidación concreta del poder era adueñarse del paquete más grande, y el Conurbano, conspirador e impredecible, parecía seguir siéndolo. Máximo se equivocó. Por más que se ha intentado darle un viso de realidad y lógica al desquicio político de la pretendida consolidación del poder, la apología a la locura (Con la que certeramente la diputada nacional Mariana Zuvic describe el escenario político), puede llegar a su fin.

Los amagues, como las gambetas, son propias del futbol. Pero cuando exceden el escenario deportivo, cuando nos pasamos de café con leche y el azaroso pelotazo golpea de frente el mundo de la política partidaria, todo es posible.
Las teorías y formas políticas se regeneran, sino el kirchnerismo no hubiese existido; una forma de peronismo de izquierda que lleva casi veinte años de regurgitarse a sí mismo, para redefinirse en virtud de la estrategia de un pequeño grupo de poder.

A Jorge Jacobo Danton se le atribuye una afirmación macabra e hiperrealista: La revolución devora a sus hijos. Tristemente, es un axioma que se consuma en cualquier camino de asalto y toma del poder. Ejemplos sobran: La Revolución Francesa, iniciada como un proceso de libertad y finalizada como una dictadura de un comité, o el asesinato de Strasser, Rhom y otros jerarcas nazis a manos del propio Hitler, por suponerle puja en el poder nacionalsocialista.

¿Estaremos en el comienzo del fin del kirchnerismo, a manos del propio pueblo?

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