Ricardo Melogno: la vida del asesino de los taxistas que paralizó a Buenos Aires en 1982

por Marcos Marini Rivera

A los 20 años, Melogno mató a cuatro choferes de taxis. Nunca dijo por qué lo hizo y llegó a crear un altar con los documentos de las víctimas. «Yo pensaba que morir era el destino de esas personas». Una historia policial que llenó de miedo a la ciudad y hasta llegó a la literatura argentina.

Intentar explicar quién es Ricardo Luis Melogno es fácil: es un asesino serial de taxistas. Entenderlo es mucho más complejo.

«No tengo ninguna sensación del momento de la muerte, pero recuerdo la satisfacción del después, de irme a comer una suprema a la napolitana con papas fritas y mousse de chocolate de postre, y me acuerdo que estaba riquísimo», llegó a reconocer el asesino a Carlos Busqued en el libro Magnetizado.

Melogno: la vida del asesino de los taxistas que paralizó a Buenos Aires en 1982

En apenas seis días, Melogno asesinó a tres taxistas en el barrio de Mataderos.

Es la vida de Ricardo Luis Melogno, que tuvo un historial policial que conmocionó y llenó de miedo a Buenos Aires en la década del 80. Era un momento donde las heridas por la Guerra de Malvinas aún estaban latentes en el país, pero el caso de Melogno se convirtió en un tema de gran preocupación. Y no era para menos: en seis días, asesinó a tres taxistas en el barrio de Mataderos. Les dio un balazo en la cabeza con una pistola calibre 22 y todas las víctimas aparecían en horas de la madrugada. Todos los hechos sin evidencia de robo porque el dinero recaudado de las víctimas siempre estaba. Lo que no estaba era la documentación de la víctimas y el vehículo.

Mataba, apagaba el motor y después fumaba

Los crímenes eran siempre idénticos. Melogno detenía a un taxi, siempre después de las 22 y comenzaba su plan: daba una dirección por el barrio de Mataderos, y cuando llegaba a destino, en el momento justo de pagar el viaje disparaba a la cabeza del conductor con una pistola calibre 22. Después, con mucha tranquilidad, apagaba el motor del auto y se quedaba fumando un par de cigarrillos.

El caso Melogno fue tapa de todos los diarios y conmocionó a Buenos Aires en septiembre de 1982.

El caso Melogno fue tapa de todos los diarios y conmocionó a Buenos Aires en septiembre de 1982.

Hasta la policía diseñó un operativo cerrojo en la zona de los crímenes y hasta armó un identikit que estaba demasiado lejos de la realidad del asesino. La clave para llegar a Melogno vino de su propia familia. Ellos fueron la herramienta imprescindible que ayudaron a destrabar días de misterio y de temor.

Melogno estuvo prófugo menos de un mes hasta que su hermano lo denunció a la policía, que lo detuvo en el departamento que compartían en Caballito. Fue su hermano y su padre quienes encontraron un improvisado altar con todas las identificaciones de los muertos: documentos y fotos. Los tres ataques ocurrieron en un triángulo de unas diez cuadras. Fue entre el 23 y el 28 de septiembre de 1982.

Una vez detenido, Melogno lo confesó todo. Nadie supo bien porqué eligió como blanco a los taxistas.

Melogno le relató a Carlos Busqued todos los detalles del asesinato a los taxistas.

Melogno le relató a Carlos Busqued todos los detalles del asesinato a los taxistas.

Después él mismo confirmó el asesinato de un cuarto chofer en Lomas del Mirador, partido de La Matanza. Se supo que en realidad, en el orden cronológico de los crímenes, ese fue el primero, según relató el propio Melogno a Busqued en el libro Magnetizado. El asesino le reveló detalles al autor, quien entre noviembre de 2014 y diciembre de 2015 se reunió con él en su lugar de reclusión, las instalaciones del Programa Interministerial de Salud Mental, en el complejo penitenciario de la localidad de Ezeiza. En total -confesaría Busqued- fueron más de 90 horas de conversación.

Las víctimas de Melogno y su modo de matar

La primera víctima fue Ángel Redondo, quien manejaba un Fiat 1500, que fue encontrado estacionado en la calle Pola al 1500 con el cadáver baleado en la sien derecha. Cuatro días después, en Oliden al 1800 se encontró también dentro de un taxi, el cadáver de su chofer, Carlos Causerano. La última víctima fue Juan de la Santísima Trinidad Gálvez, un español de 56 años que apareció con una bala en la cabeza dentro de su auto en la esquina de Basualdo y Tapalqué.

El modo de matar en ese raid de septiembre de 1982 fue el mismo en los cuatro casos: un disparo a la cabeza a corta distancia con un arma calibre 22 desde el asiento trasero del auto. Previamente, Melogno se paraba por horas en una esquina de Mataderos y esperaba hasta que una “sensación física como el hambre pero al revés” le indicaba qué taxi debía tomar, llegó a contarle a Busqued, fallecido el 29 de marzo de 2021.

Una vez que subía al coche les daba a los choferes una dirección que, menos en el caso de Lomas del Mirador, siempre quedaba en la misma zona. Antes de dejar el auto les quitaba los documentos y se retiraba caminando.

«Después de la primera muerte, las otras vinieron por inercia. A partir de la primera muerte nunca desapareció el impulso de matar», le respondió Melogno a Busqued.

Pedía una suprema napolitana y completaba el altar

Luego de asesinar, Melogno iba al restaurante “Los Dos Hermanos”, en Mataderos y pedía una suprema napolitana con papas fritas, más un postre de mousse de chocolate. Después, con el estómago lleno se largaba a caminar de forma compulsiva por horas y cuando tenía sueño paraba para dormir en una plaza, ignorando que la policía y los compañeros de sus víctimas lo buscaban. Ocasionalmente volvía a la casa paterna, en Lomas del Mirador, para bañarse y completar el altar.

¿De qué se trataba el altar? Así lo explicó Melogno: «Era un rincón donde había una especia de repisita, y ahí estaban, puestos los documentos unos al lado del otro, apoyados contra la pared. Nada muy elaborado. No rezaba en ese altar, no prendía velas. Solo tenía los documentos en ese lugar».

Escribe Busqued en Magnetizado: «Todos los cadáveres aparecieron en horas de la madrugada, caídos sobre el asiento delantero de sus automóviles, cada uno de ellos con un orificio de ingreso de bala calibre 22 en la sien derecha. Los taxis, estacionados en esquinas oscuras, con las luces internas y el motor apagados, los faros delanteros encendidos. No había evidencia de robo, aunque siempre faltaba la documentación del vehículo y de la víctima».

Melogno tuvo dos procesos judiciales, uno en la Capital Federal y otro en la provincia de Buenos Aires. En territorio porteño el Tribunal lo declaró inimputable, mientras que para su par bonaerense existió responsabilidad penal y lo condenó a cadena perpetua. No hubo acuerdo entre ambas jurisdicciones en cuanto a las evaluaciones psiquiátricas.

¿Por qué matar taxistas? “El problema central, mi gran problema a nivel judicial, es la falta de motivo para mis hechos. Si yo hubiera dicho que maté para robar, estaría en libertad hace quince años. O que lo hice por placer. Habría una lógica. Pero no recuerdo ninguna causa o detonante. No hubo ningún antecedente previo. No tengo nada contra los taxistas. Nunca odié a los taxistas, nunca me hicieron nada, nadie de mi familia tuvo un problema con taxistas, no me molestaba el color de los autos, ni me importaba la marca”, fue la tajante respuesta de Melogno a Busqued.

Ricardo Luis Melogno pasó más de 30 años tras las rejas. Primero estuvo en Devoto, luego pasó a la Unidad 20 (Hospital Borda) y en 2011 lo trasladaron al penal de Ezeiza. Recién en 2016 lo derivaron a una clínica psiquiátrica. La vida del hombre que siempre defendió la idea de que «mataba por azar».

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