Ariel Staltari: «Hay 10 series que marcaron a fuego a los argentinos y yo estuve en la mayoría»

Por Belén Canonico

«Hay 10 series que marcaron a fuego a los argentinos y yo estuve en la mayoría», reconoce Ariel Staltari, quien hizo su debut en la pantalla chicas con Okupas hace más de 20 años, trabajó en Sol Negro, El PunteroUn gallo para Esculapio -unitario que también guionó- y se sumó a El Marginal en su cuarta temporada. Y aclara: «No lo digo presumiendo, pero sí desde un lugar de orgullo porque tuve la suerte de caer en esos lugares».

Su llegada a la televisión se dio en medio de su tratamiento contra una Leucemia Linfloblástica Aguda (LLA). El proceso no fue fácil, por el contrario fue doloroso y lo llevó al límite, pero logró una simbiosis entre el peor momento de su vida y su vocación. Actuar le permitía estar motivado a pesar de que la medicina no le daba buenos augurios y su enfermedad se convirtió en un motor y una experiencia necesaria para ser cada día un mejor intérprete, guionista y docente.

Y su reciente incorporación a la ficción creada por Sebastián Ortega, en la que interpreta a Bardo, el yerno de Coco (Luis Luque), el capo del penal Puente Viejo, no pasó desapercibida. No solo por la crudeza de la historia, sino por el giro dramático que tiene su personaje y una historia de amor que dio que hablar. «Enseguida me di cuenta que era un desafío importante para mí», señala en una charla íntima con Noticias Argentinas.

-¿Cómo estás viviendo las repercusiones de El Marginal 4?

-Con mucha felicidad, era algo que me tenía bastante ansioso. Baro es un personaje que representa un desafío importante y diferente en toda mi carrera. Tuve escenas complejas y además el personaje oculta un misterio y esa procesión que el tipo tiene por dentro y toda esa cosa introspectiva que solo saca con su santo está bueno porque me permitió mostrar diferentes matices dentro de la curva dramática. Eso es maravilloso y que la gente me lo reconozca es una felicidad enorme. A veces vos querés hacer algo y la gente no lo ve, porque no te sale, no es porque la gente es zonza.

-Daniel Pacheco, quien le da vida a James en la ficción, contó que antes de la primera temporada de El Marginal se aisló en su casa durante 15 días para entender el sentimiento de una persona privada de su libertad. Más allá de que la pandemia nos obligó a todos a hacer lo mismo, ¿te preparaste de alguna manera en especial para interpretar a un preso?

-Además de actuar y escribir tengo mi escuela de actuación y a mis alumnos y alumnas les digo que a la hora de componer un personaje se tienen que investigar a ellos mismos, para saber qué tan cerca o lejos están; o cuál de todos los elementos que lo componen tienen.

Cuando estoy perceptivo con estas miserabilidades, elijo hacer crecer una parte oscura que no elijo para transitar mi vida pero que es fundamental para un personaje, por ejemplo. Y lo que no tengo, lo investigo. También utilizo mis propias experiencias, como haber estado tirado en una cama de hospital durante un año, porque estuve preso y con mucho dolor y sufrimiento alrededor.

Yo siempre que paso por una cárcel o por un hospital pienso en la gente que está ahí adentro, trato de empatizar con todos. Es un registro que te queda grabado. Y después, con la particularidad que tiene lo vincular de mi personaje, lo tomé con mucha seriedad y responsabilidad, porque cuando uno cuenta una historia de amor, tiene que ser responsable.

-Históricamente a las parejas entre personas del mismo sexo se las infantilizaba, estereotipaba y caricaturizaba en las ficciones. Sin embargo, en El Marginal 4 se logró mostrar una historia de amor sin caer en lugares comunes, ¿cómo ves estos avances como actor, guionista y docente?

-Cuando Sebastián Ortega y Pablo Culell me hablaron de este personaje dije: «es el sueño del pibe». Siempre hay personajes con riesgo que querés interpretar, como cuando hice un personaje que estaba en un neuropsiquiátrico en Sol Negro y con Bardo pasó lo mismo. Me pareció bueno para hacerlo con seriedad, con amor.

Bardo se aferra a San Sebastián durante todo su proceso personal dentro de la cárcel, ¿vos tenés un costado religioso?

-De chiquito fui a colegio católico, que no quiere decir nada, pero de una u otra forma aprendí a tener fe. En muchos momentos de la vida la perdí, porque hay cosas que son inentendibles cuando las cosas salen de los parámetros entendibles de la vida.

Pero en mi momentos difíciles, me mantuve en la fe y fue lo que me ayudó a seguir vivo. Me aferré a historias de vida, como la del Padre Mario, porque milagrosamente cuando yo estuve mal, mi mamá fue a su mausoleo y pasó mi foto por su mano y presenté mejorías en un momento crítico en el que los médicos no podían hacer nada. Y también creo en San Expedito, que en ese momento no estaba tan de moda, y así quedaron mis dos santos de cabecera. Por ejemplo, a San Sebastián lo elegimos porque es un santo muy asociado a la comunidad LGBTQ+ y me pareció muy interesante incorporarlo.

-¿Cómo fue el proceso de grabar dos temporadas en plena pandemia?

-Un milagro. Primero, por tener trabajo en ese contexto. Yo estoy agradecido por haber podido hacer lo que me gusta mientras el mundo se caía a pedazos. Después fue un milagro el proceso día a día de ir sorteando los obstáculos. Testearnos todos los días, esperar para saber si nos teníamos que ir a casa o nos quedábamos a grabar… fue maravilloso y es emocionante recordarlo. Fueron casi cinco meses de trabajo y me da orgullo haber hecho una ficción en estos tiempo. De la quinta temporada no puedo adelantar mucho, pero van a conocer a Bardo en profundidad.

-Hubo muchas producciones importantes como The Morning Show y This Is Us que se vieron afectadas por la pandemia y no lograron convencer al público. Sin embargo, en el resultado final de El Marginal, la pandemia es imperceptible.

-Es verdad. Eso está cambiando y nuestra industria está bastante preparada para poder contar una historia con potencia y excelencia. Tenemos que sentirnos orgullosos porque hay muy buenos directores, guionistas, actores, actrices, historias y contenido.

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-Justamente la serie creció mucho desde que llegó a Netflix y vos ya venías de vivir el furor que se generó con la remasterización de Okupas a mediados de 2021, ¿te lo esperabas?

-¡Fue una locura! Hubo mucha gente que me descubrió el año pasado, porque llegué a sectores a los que nunca había llegado. Estuve una semana en la costa con mi familia y me paraban nenitos o adolescentes para sacarse una foto. Yo llegaba a un público mayor o pibes de 20 y pico, pero nunca a un público tan chico.

Me movilizó mucho lo que pasó y me generó un impacto emocional muy fuerte porque ahora tengo hijos. En ese momento yo estaba peleando por mi vida y hoy lo miro con mis hijos -Valentino (12) y Vitto (8)- y veo a ese Walter -su personaje- fresco y desfachatado, puedo disfrutarlo de otra manera.

Para mí Okupas se convirtió en una inyección de adrenalina positiva que me permitió divertirme y olvidarme de que estaba enfermo. También me ayudó a encontrar el verdadero motivo por el cual había venido a esta vida, porque yo sin actuar no puedo vivir, no puedo ser buen padre ni una buena pareja.

-No tenías contactos en el medio, estabas transitando una enfermedad fuerte y tuviste la suerte de empezar tu carrera de la mano de un personaje icónico como Walter, ¿eras consciente de que estaban actuando en un retrato de esa época?

-Fue algo emblemático, porque no solo era el retrato de la época, sino que era el retrato de la amistad por excelencia. Cuando hay algo tan lindo, más para los argentinos que somos muy amigueros, es muy hermoso ver cómo esa amistad perdura en el tiempo y a pesar de los años sigue calando en los corazones de los espectadores. Quiere decir que identifica y genera empatía.

-Tenés muy presente tu enfermedad y tu proceso de sanación, ¿ponerlo al servicio de tus personajes y de tus alumnos en tus clases te ayuda a exorcizar ese dolor?

-Sí, la pasé muy duro, porque fue muy grave. Pero todo lo malo que me sucede trato de reciclarlo y llevarlo hacia un lugar luminoso. Mi escuela tiene el éxito que tiene porque hacemos una bajada de resiliencia, de presentar oportunidades, de que se puede torcer la historia y eso ayuda a sanar y a sanar a otros.

Pareciera que hablo de una secta, pero creo que el arte tiene como función mejorar una vida, porque si no genera esa revolución en el ser humano, no tiene sentido. Lo más importante que tengo que hacer no es actuar o escribir, es llevar mi testimonio a la gente que lo necesita para poder dar una mano.

A mí me hace mucho bien lo que me pasó, porque me da una sensibilidad que me ayuda a traspasar la pantalla. Los mejores elogios que recibí en los últimos días fueron de muchos chicos en la misma situación de Bardo que destacaron cómo interpreté a una persona saliendo del clóset en un lugar tan hostil como la cárcel.

-¿Cómo surgió tu escuela de teatro?

-Tengo muy baja autoestima y pensaba que dar clases era faltarle el respeto a grandes maestros, pero tenía la necesidad de expresarme, de encontrarme con la gente y decirles lo hermoso que es actuar, que expresarte te cura las heridas, te permite ser quien realmente querés ser, soñar, lograr objetivos. Empecé por ahí, con tres alumnitos y hoy es una flor de escuela en la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia. Gracias al éxito de Okupas, Un gallo para Esculapio y El Marginal llega una catarata de mails de gente que quiere estudiar con nosotros, porque tenemos una estructura muy grande, con mucho contenido.

Martín Fierro: La gran noche de Mirtha Legrand – El marginal se quedó con el oro(Se abre en una nueva pestaña del navegador)

-¿Fue difícil sostenerla en pandemia?

-Durante el primer mes, me resistí, pero por pedido de los alumnos nos animamos a armar un formato diferente, enfocado exclusivamente a lo televisivo y a lo cinematográfico, con ejercicios específicos. Fue una manera nueva de aprender y lo denominamos «Tu fiesta actoral», porque le sumamos música, baile, charlas semanales con los colegas más importantes. Fue un refugio y un lugar de encuentro, porque en un contexto de encierro nos sentíamos libres. Fue espectacular.

-¿Qué otros proyectos tenés para este año?

-Siempre estoy con la escritura. Con Bruno Stagnaro (Okupas, Un gallo para Esculapio) hace tiempo que estamos trabajando en El Eternauta y tengo varios proyectos de los cuales no puedo dar muchos detalles. Además estoy esperando el estreno de Pipa, también en Netflix, en la que van a ver un personaje completamente distinto a los que hice.

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