La historia del pueblo “con un solo riñón”: ciudadanos de Afganistán venden sus órganos para sobrevivir

Se comercializan por 1500 dólares en el país, donde no hay una legislación sobre la donación. Vienen receptores de India y Pakistán.

La historia del pueblo “con un solo riñón”. El regreso de los talibanes al poder profundizó la crisis económica en Afganistán. Sin trabajo y agobiados por las deudas, decenas de afganos recurren a una solución drástica para alimentar a sus familias y sobrevivir: venden sus riñones. 1500 dólares, el precio de un riñón.

Esta práctica se volvió tan corriente en la región de Herat, en el Oeste del país, que hasta hay una localidad que se ganó el apodo del “pueblo con un solo riñón”.

Cuarenta años de conflictos y recientes sequías dejaron un panorama desolador en Afganistán, que se complicó aún más con el regreso de los extremistas religiosos.

Los activos afganos en el exterior están congelados y la ayuda internacional, que financiaba casi un 75% del presupuesto del país, regresa lentamente tras haber sido interrumpida.

La historia del pueblo “con un solo riñón”: ciudadanos de Afganistán venden sus órganos para sobrevivir

Según la ONU, casi 23 millones de afganos (55% de la población) padecen hambre extrema durante este invierno. Casi 9 millones de ellos están amenazados por la hambruna.

Nooruddin, vecino de uno de los barrios más pobres de Herat, perdió su trabajo en una fábrica y su salario mensual se redujo a 3.000 afganis (32 dólares). Esperaba encontrar algo mejor, pero se reveló imposible en un país donde la desocupación se disparó.

Para cubrir las necesidades de su esposa y 4 hijos, el hombre de 32 años decidió vender un riñón. “No me quedaba otra opción. Debía hacerlo por el futuro de mis hijos”, confió a la agencia de noticias AFP.

Una solución a corto plazo -el dinero se fue rápidamente- y con duras consecuencias: “Ahora me arrepiento. No puedo trabajar. Siento dolores y no puedo casi levantar peso”, señaló. Es una más de las personas entrevistadas por la AFP que vendieron un riñón para mantener a su familia, algunas por apenas 1.500 dólares.

Nooruddin y familia ahora dependen del dinero obtenido por el mayor de los hijos, de 12 años. Lustra zapatos por las calles por menos de un dólar diario.

Un agujero legal que fomenta el tráfico internacional, en los últimos 5 años, se realizaron cientos de operaciones en Herat, indicó Mohamad Bassir Osmani, cirujano en un hospital de la ciudad donde se practican la mayoría de los trasplantes.

Los receptores proceden de todo el país, inclusive de India y Pakistán, afirma. Son vinculados con los donantes por intermediarios.

En casi todos los países desarrollados la venta de órganos está prohibida, y los donantes suelen ser familiares de los pacientes. En Afganistán no hay regulación al respecto. “No hay una ley que controle la venta o donación de órganos, aunque es necesario el consentimiento del donante”, explicó el profesor Mohammad Wakil Matin, ex cirujano en Mazar-i-Sharif (norte).

Los médicos fingen desconocer la transacción financiera. “No indagamos de dónde vienen paciente y donante, o cómo se contactaron. No es nuestra tarea”, señaló Osmani. “El consentimiento se registra por escrito y en video”, añadió.

Además, “no existen registros de vendedores o donantes de riñones, ni exámenes posoperatorios periódicos”, dijo Wakil Matin. Pocos donantes se someten a un seguimiento, añadió.

Según el cirujano, los talibanes intentan eliminar este comercio y crearon un comité investigador sobre estos trasplantes. Pero, nada puede disuadir a familias desesperadas.

Azyta vendió hace 3 meses un riñón. “Vendí un riñón por 250.000 afganis (2.600 dólares) y pagué 10.000 afganis al intermediario”, comenta en un pequeño cuarto húmedo de su casa. “Lo vendí para que mis hijos no sufran”, precisó. Dos de sus tres hijos fueron tratados por desnutrición, por lo que tomó esta decisión.

Aziza espera encontrar comprador rápidamente. “Mis hijos mendigan en la calle (…) No tenemos nada. Pasamos frío permanentemente”, confiesa con lágrimas en los ojos esta madre con 3 hijos, en una casa compartida con varias familias. “Si no vendo un riñón, tendré que vender a mi hija de un año”, sostuvo.

Shakila, que con 19 años ya tenía 2 hijos, fue operada hace seis meses. “El hambre no nos dio otra opción”, señala esta joven mujer, con los ojos maquillados con rimmel y el resto de la cara cubierta con un velo.

Cedió su riñón por 1.500 dólares, sin intermediario. Con la mayor parte saldó deudas, el resto se fue en arroz, aceite y otros alimentos.(TN)

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