Nutrición y bienestar emocional. Aunque era reconocido que nuestra salud mental se veía afectada por todo nuestro entorno, ahora se ha revelado una estrecha conexión con lo que consumimos.
La salud mental, nuestras emociones y pensamientos están intrínsecamente vinculados con nuestro ambiente, contexto, ciudades y también con la alimentación. Rob Knight, un biólogo y cofundador de American Gut Project, comparte que están adquiriendo un mayor conocimiento sobre los microorganismos del cuerpo y que los están comprendiendo desde una nueva perspectiva: «Sabemos que afectan nuestro peso, nuestra salud y ahora estamos comenzando a entender por qué influyen en nuestras emociones».
Knight también afirma que los alimentos tienen un impacto significativo en nuestro estado de ánimo, mucho mayor de lo que imaginamos. Por ejemplo, el 90% de la serotonina, conocida como «la hormona de la felicidad», se encuentra en el intestino, al que se ha llamado acertadamente «el segundo corazón». La serotonina desempeña funciones clave en la regulación del equilibrio del cuerpo, como el hambre, el sueño, el dolor y el deseo sexual. Además, contribuye a procesos de aprendizaje en el cerebro. Por otro lado, la falta de serotonina se ha vinculado con la agresión tanto hacia uno mismo como hacia los demás.
En cuanto al tracto intestinal, según National Geographic, la serotonina también facilita los procesos de la homeostasis del organismo. Se cree que el eje intestino-cerebro es más fuerte de lo que se pensaba en años anteriores, e incluso hay posibilidades de que los circuitos neuronales intestinales puedan explicar la relación entre la microbiota y ciertos trastornos mentales. De manera sencilla, los microorganismos presentes en nuestro intestino son los responsables de producir serotonina y otros neurotransmisores; lo que se intenta comprender es cómo funcionan exactamente.
Knight destaca la sorprendente cantidad de señales que el intestino envía al cerebro y cómo incluso puede modificar el sistema inmunológico a través del nervio vago, lo que tiene un impacto significativo en nuestro estado de ánimo al alterar nuestros sentimientos.
El objetivo es optimizar la salud mental, y para lograrlo, Knight asegura que las personas que tienen un mayor deterioro en las pruebas de memoria, como aquellos que comienzan a desarrollar Alzheimer, tienen una dieta rica en azúcar y gaseosas. En contraste, quienes obtienen mejores resultados tienden a alimentarse principalmente de hongos, frutas y pescado.
En resumen, no hay un solo alimento que beneficie la salud mental y reduzca los niveles de violencia y tristeza. En cambio, se trata más bien de adoptar una alimentación con hábitos saludables a lo largo de la vida. La «dieta mediterránea» ha sido científicamente comprobada, y se ha encontrado que las personas diagnosticadas con depresión clínica experimentan una mejora significativa con esta dieta. Además, hay más estudios que la relacionan con una mejor memoria en personas mayores.
Es importante destacar que siempre se debe consultar con nutricionistas y médicos para que indiquen cuál es la alimentación apropiada para cada organismo, ya que cada cuerpo es diferente. Por último, los científicos también incluyen el ejercicio físico como un factor vital para mejorar la salud mental, mantener relaciones sociales saludables, adquirir nuevas habilidades y practicar la meditación.
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