Mientras se discute sobre películas con baja asistencia, decretos y cambios en la política de subsidios a la producción, se confirma que el festival regresará el 21 de Noviembre y se revelan modificaciones en la política de cuota de pantalla. En diálogo con TN Show, representantes del instituto de cine y productores analizan estas novedades.
«Decidimos poner fin a este despropósito», declaró recientemente el vocero presidencial Manuel Adorni, al anunciar los cambios contenidos en el decreto 662/24. Y añadió: «Dejaremos de financiar películas que sean fracasos comerciales». Así, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) vuelve a ser noticia y trending topic.
El organismo, actualmente dirigido por el economista Carlos Pirovano, ha reducido su plantilla a la mitad, cerrado varias sedes y ahora presenta cambios en los montos y formas de los subsidios a la producción: no podrán exceder el 20% del Fondo de Fomento Cinematográfico ni representar más de la mitad del costo total de la producción.
Otras novedades confirmadas a TN por fuentes del instituto incluyen la continuidad del Festival de Cine de Mar del Plata, el próximo 21 de Noviembre, con el inminente anuncio de sus nuevos directores artísticos: el periodista argentino Gabriel Lerman, con años de experiencia en Los Ángeles y en la organización de los Golden Globes, y el productor y escritor Jorge Stamadianos, quien ha liderado áreas de desarrollo de proyectos de ficción en Fox. Estos reemplazarán a Fernando Juan Lima y a Pablo Conde.
El festival, único de clase A en la región, se llevará a cabo en conjunto con la ciudad de Mar del Plata: el INCAA se encargará del aspecto artístico y la ciudad de la logística. En la última edición, el evento comenzó con un acto político partidario, con Sergio Massa como orador, en plena campaña electoral, tras una foto colectiva con realizadores y actores en las escalinatas del Hotel Provincial.
Los anuncios del decreto, el tono de su difusión y la insistencia en destacar películas con poca audiencia han generado intensos debates y críticas en el sector. En sus conferencias, el portavoz del Gobierno mencionó ejemplos de películas con escasa asistencia, como «Camuflaje» de Jonathan Perel, que ya fue señalada en un artículo del diario La Nación en enero pasado (El Incaa gasta más en burocracia que en hacer películas), el cual fue retuiteado por el expresidente Mauricio Macri y varios dirigentes actuales.
«Camuflaje» es un filme que explora el universo de Campo de Mayo, la mayor unidad militar de la provincia de Buenos Aires, lugar al que se muda el protagonista, el escritor Félix Bruzzone, sin saber que allí estuvo secuestrada su madre durante la última dictadura. Mientras se relaciona con los vecinos de ese vasto espacio, un parque natural cargado de historia, se despliega una narrativa que no pretende ser popular, sino más autoral y dirigida a un público específico.
«Entiendo que decir que la película tuvo 15 espectadores en una función en Córdoba genere titulares, pero es una evaluación malintencionada. Es un error evaluar el valor de una película solo por la cantidad de entradas vendidas cuando sabemos que el consumo cinematográfico ocurre en diferentes espacios», dice a TN Pablo Chernov, productor del film.
Y añade: «En el caso de ‘Camuflaje’, estuvo en entre 25 y 30 festivales de cine importantes, como Berlín, Visions du Réel (Suiza), IDFA (Países Bajos) o el Bafici porteño, con todas las funciones a sala llena y donde ganó un premio. No es una película para grandes audiencias, es más autoral y ha tenido éxito internacional. Hay que apoyar diferentes tipos de cine, tanto grandes como pequeños. El éxito de taquilla es impredecible, pero lamentablemente estamos en manos de personas que no entienden ni fomentan la actividad». «Camuflaje» recibió financiación del programa Vía Digital para documentales, que el INCAA actual planea mantener.
El INCAA sostiene que la ley de cine es clara: establece que los subsidios se otorgan en relación con la audiencia y hasta el costo de producción, una lógica industrial que premia el éxito y la aprobación del público. La aparición de los videoclubes y un párrafo en la ley que menciona «otros medios de exhibición» dio pie para la creación de un subsidio de «medios electrónicos», un monto fijo sin relación con la visualización del producto. Están desarrollando un sistema de concursos que permitirá financiar películas casi en su totalidad, pero mediante competencia. Ya no existirá la financiación sin evaluación competitiva.
El debate sobre qué contenidos deben ser apoyados, en función del interés potencial de las audiencias, amenaza la continuidad de una cinematografía diversa, según muchas voces del sector que han alzado su voz recientemente. Muchas de estas voces, sin embargo, guardaron silencio frente a lo que ahora critican como un sistema perfectible o con mucho por mejorar.
«Esta idea del cine sin espectadores es una falacia utilizada de manera errónea por el gobierno, sus voceros y seguidores en redes. Las películas no se cuentan así, sino que se estructuran en función de los espectadores de salas, televisión, festivales, y son, además, un hecho artístico y cultural, no solo económico», analiza Vanessa Ragone, productora de «El secreto de sus ojos», ganadora del Oscar.
Consultada sobre los modelos de otros países, Ragone señala que desde Francia hasta Corea del Sur, pasando por Estados Unidos, Brasil, Colombia, Perú, Alemania y Noruega, existen institutos similares al INCAA cuya misión es fomentar películas que no necesariamente deben ser taquilleras, sino que generan innovación y dan voz a nuevas perspectivas. «¿Quién podría decir que no se debería haber fomentado una película de Jean-Luc Godard? Quizá no atraía a muchos espectadores, pero la historia del cine cambió antes y después de Godard, y también de Orson Welles», señala.
Para Ragone, la función de un instituto de cine es financiar todo tipo de proyectos, desde primeras películas hasta aquellas de realizadores en provincias con menos acceso a otros recursos. «Creo que la intención del decreto y de los funcionarios es hacer parecer que el instituto no tiene razón de ser y finalmente propender a su cierre, como se intentó al inicio cuando se propuso eliminarlo», concluye.
Desde el INCAA, aseguran que están trabajando para retomar concursos como el de óperas primas, semillero de nuevos talentos emergentes, realizado por última vez hace cuatro años, durante la gestión de Ralph Haiek bajo la presidencia de Macri.
«Estamos trabajando para optimizar y mejorar el corazón del INCAA, que es la promoción o fomento del cine. La ley es clara y vincula la producción a las audiencias, y estamos cumpliéndola. No estamos simplificando, sino señalando que el sistema, tal como funcionaba, hacía que en muchos proyectos no importara mucho si un film era visto o no; pocos se preocupaban por su alcance al público. Cuando propusimos seleccionar proyectos con contenidos potencialmente comerciales e interesantes, se nos acusó de meritocracia y de que estaba mal porque todos merecían la misma ayuda», señalan desde el organismo.
Otro aspecto que desmienten es la eliminación de la cuota de pantalla para el cine argentino. La idea, precisan, es «incentivar la proyección de películas nacionales desde la libertad y el propio negocio»: «No seremos policías que obliguen a los exhibidores a perder dinero. No creemos que ‘Intensamente 2’ sea malo porque las grandes producciones acaparan las salas, impidiendo que las películas valiosas lleguen a su público. Creemos que los exhibidores deben ser libres de hacer lo mejor para su negocio, pero también que las películas argentinas deben tener un espacio para encontrarse con su audiencia. Entonces, los exhibidores que renuncien al cumplimiento de la cuota de pantalla, deberán pagar por ello. Con ese dinero, se rentabilizará a quienes opten por cumplir con la cuota y tener tanto ‘Intensamente 2’ como un film argentino bien exhibido y publicitado».
Para muchos, parece evidente que hay un rédito político en la visibilización de los recortes al INCAA, apoyado por una cierta opinión pública en la que se ha instalado una imagen negativa. «Se ha creado un discurso de odio alrededor del cine, la actividad audiovisual y los actores K», sostiene Ragone. «Ningún actor cobra del instituto de cine; los que cobramos, cuando hacemos películas, somos los productores, después de rendir nuestros gastos».
«No hay acceso por ideología; los proyectos son elegidos por jurados imparciales, y se eligen porque son solventes. Eso hace que el instituto sea tan interesante como institución. Todo este discurso de odio alrededor de los actores K, del cine que no ve nadie, se ha producido como un discurso de odio que además genera una percepción intangible: ‘me gusta, no me gusta, lleva gente a la sala o no’. Y en esa precariedad conceptual se define toda la cuestión. Pero la industria del cine es poderosa, genera más de 70.000 puestos de trabajo anuales, genera ingresos. El tiempo dirá. Es un momento oscuro para nuestro cine. Habrá que esperar a ver cómo entiende la gente qué es perder un valor cultural, perder parte de la identidad, perder, en definitiva, soberanía cultural”, concluye.
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