Se vienen las fiestas

Llegó el tiempo en el que los “te diste cuenta, ya se fue el año”, “me parece a mí, o pasó más rápido”, “que bárbaro, ya tenemos las fiestas encima”, aparecen en la mayoría de nuestros comentarios.

Es el tiempo en que nuestros hígados y estómagos tienen que correr el pentatlón anual de las despedidas de año, el maratón de Nochebuena y Navidad, y después la final de las fi nales:
Fin de año y Año nuevo.

Salamín, queso, papas fritas, jamón con rusa, vitel toné, lengua a la vinagreta, riñoncitos, morcillas, chorizos, mollejas, chinchulines, asado, vacío, pollo al horno, pollo a la provenzal, pechito de cerdo, matambre, matambre a la pizza, ravioles, más ravioles, canelones, helados, ensalada de frutas, frutillas con crema, flan con crema, con crema y dulce de leche, budín de pan, pan dulce, nueces, turrones, almendras, avellanas, higos, confites, garrapiñadas, vino tinto, blanco, cerveza, gaseosas, sidra, y champaña, serán las competencias básicas, por las que nuestro aparato digestivo tendrá que pasar.

Eso sin contar los comprimidos de “Buscapina” y “Sertal”, las tabletas de antiácidos, los “Uvasal”, “Alikal”, té de boldo, té de té, con limón y mucho azúcar, y demás digestivos que habremos de ingerir para calmar ese dolor “justo acá, ves”-sienes, párpados superiores, nuca, costado derecho del vientre, izquierdo, boca del estómago, etc.- con el que nos levantaremos.

Por supuesto que la culpa la tendrá la dieta europea a la que estamos acostumbrados los argentinos, u otra cosa propia de este tiempo, los parientes:“¡Si hay algo que me revienta el hígado es mi concuñada!”, le dice el tipo a uno de sus amigos respondiendo a la pregunta de con quién la va a pasar.

“¡Porque tuuu familia!”, le retrucó la mujer al tipo mientras discutían el dónde y con quién la iban a pasar. Y justo antes de que le eche en cara la mala jugada que le hizo el hermano del tipo-una guita que le mangó hace 3 años y que no solo no le devolvió sino que se compró un 0km-, el tipo le nombra a la cuñada de la mujer.

La cuñada es como esas tías que, cuando éramos pibes, nuestras viejas nos obligaban a saludar cariñosamente aunque nos cayeran para el tujes. La tía- en realidad tía abuela – era la viuda de un hermano de la abuela que murió 20 años antes de que hubiéramos nacido y era de esas viejas jodidas y envidiosas que, además, se la pasaban hablando de enfermedades y desgracias.

Una turra que había cagando a tu abuela y a tu abuelo y a la que, por razones que no podías entender, tu vieja y tu abuela seguían recibiendo y atendiendo como si fuera una reina en memoria del hermano muerto, a pesar de que, antes o después de que se fuese, se la pasaran hablando pestes de ella.

La concuñada del tipo es igual pero más joven. Por lo tanto, tiene mucha más energía como para joder a la mujer en cuanto pueda: ¡Te diste cuenta, yo me compro un vestido y ella se compra dos! Cambio las cortinas de la cocina y ella cambia el bajo mesada, la mesada y hasta la cocina.

Después el pobre de mi hermano se tiene que romper el culo para pagar préstamos y tarjetas. Encima, la muy guacha, cuando cumple años el nene le regala una remera de 10 guitas.

Esa turra no me agarra más. El año que viene a la pelotuda de mi sobrina, de acá que me voy a gastar 300 mangos en un regalo.

La pelotuda de la sobrina tiene 14 años. La misma cantidad de veces que escuchó a la mujer decir lo mismo y jamás cumplirlo. Por eso, y como tiene las bolas llenas, el tipo está emperrado en pasarla en la casa de él y que venga el que quiera.

Con lo que el tipo no cuenta es que, como pasa cada vez que se emperra, la mujer sabe que él, al final, termina aflojando para no discutir.

Asi que, la Nochebuena y el 31, la terminará pasando con toda la flia de la esposa y en la casa de, la concuñada. Qué le vamos ha hacer, uno sabe que hay familias perfectas pero, o son las de otro, o están en la tele.

Si hasta el mismísimo Michael Landon, aquel padre ejemplar de la “Familia Ingalls”, cuando vivía, se debe haber reputeado con algún cuñado, mientras la mujer lo increpaba por no ser como el de la serie.

¡Pero qué bárbaro, ni me di cuenta, y se terminó la nota! Lo único que me queda, es dejarles una receta para las pataletas al hígado: se coloca en un jarro ½ limón, sin exprimir, se le agrega un vaso de agua y un poquito más, y se coloca en el fuego hasta romper el hervor. Dejar hervir 2’, retirar, colar, y tomarlo tibio. Yo lo estoy tomando.

Arrancámos este último sábado con la primera despedida de año. Me parece que la rúcula me pateó el hígado. Mi mujer dice que fueron los chori, las achuras, el tinto, y lo 3 “Don Pedro” que me bajé, pero, como siempre, exagera.
La cuestión, es que se largó la maratón del morfi. A disfrutar. El 2 de enero, comenzamos la dieta.

Acerca de Oscar Posedente 12821 Articles
Periodista, locutor, actor y editor de Semanario Argentino y de Radio A de Miami. Director de Diario Sur Digital.