Mañana de Año Nuevo

Y bueno, llegó el 2017. Hoy, primero de enero cuando me levanté, miré el almanaque del almacén de Claudio y lo pegué en la heladera.”Vamos a estrenar el año”, me dije. Después, mientras el agua para el mate se calentaba, me dediqué a ver todas las cosas nuevas que con el nuevo año iban llegando.

Cuando terminé la primera pava la cosa seguía igual: no había nada nuevo, solo el número uno en el almanaque, acompañado de la palabra Enero.

“Por ahí es demasiado pronto”, reflexioné esta vez, “como los argentinos somos tan impacientes, lo queremos todo ya”.

La noche anterior, en medio de los gritos de “!Poné la radio!”, “!¿Abrieron la sidra?!, “!Vamos que ya van a ser las doce!”, uno va dejando la carga de todo lo que no fue, para abrirle el pecho a la esperanza renovada por el nuevo año.

Uno siente que ya está, que lo que uno espera y sueña está ahí, mezclado entre los ojos emocionados por el recuerdo de los que ya no están o están lejos, o jugueteando en las sonrisas de los más chicos, que solo saben de futuros. Esta ahí, junto a los sueños de cada uno de tus familiares, formando parte de cada brindis, de cada beso y, así, hasta la madrugada, cuando todos se van y la casa queda vacía.

Después, te mirás con tu mujer y sonreís como diciendo”ya está. Otro fin de año más, a dormir”. Voy por la segunda pava. El barrio está en silencio, todavía duerme “la mona” mientras yo intento encontrar a mis sueños de un año mejor convertidos en realidad. pero lo único que encuentro, son restos de pan dulce sobre la mesa junto a un montón de botellas, vasos, cáscaras de nuez, servilletas de papel usadas y una mancha de vino tinto en el mantel con la forma de una pareja de enamorados.

Me quedo mirando la mancha y me digo que, lo que siento, es lo mismo que un par de jóvenes enamorados cuando recién se conocen: esa ambigua excitación de querer comértela a mordiscones y, a su vez, acariciarla despacito y envolverla entre tus brazos para que nada le pase. Sabés que la amás y que ella te ama.

Que, los dos juntos, serían capaces de conquistar el mundo. Entonces vos, ella, o los dos al mismo tiempo, se preguntan si, ese amor, les durará toda la vida. Y llega el miedo, porque, ¿me quieren decir cómo hacen un par de “pibes” de veintipico, para cargarse de golpe algo así como cincuenta o sesenta años de una vida juntos?

Recuerdo, cada vez que me enamoré, cuando llegó ese momento. Me llevó años entender que, mas que una promesa, es un compromiso cotidiano.

Que, al mejor estilo “Mostaza” Merlo, uno debe vivir el amor paso a paso, día a día. Y, siempre, con el coraje de abrirle el pecho al amor sin ningún seguro contra todo riego y, mucho menos, contra “terceros” de los que ella se pueda enamorar. Como pasa con la vida, a la que uno redescubre cada día al despertar.

Y ahí estoy, recién despierto, en este primero de enero de 2017. Tomando mate con mi esperanza renovada y con todo un año para construirla. Porque la esperanza, para uno, es algo que uno construye. Es lo que uno ama y hace.

De todos modos esta buena esta cosa de sentir que la vida, con cada nuevo año, te da un mazo de barajas nuevo.

Es como si viniera Dios y te dijera: “Tomá, para que sigas jugando”. El resto, depende de uno. Se puede ganar o perder, lo peor que nos puede pasar es jugar al empate o, lo que sería aun peor, ni siquiera abrir el mazo.

Además, como decía mi viejo, en esto del vivir tenemos una ventaja: la vida siempre se abre paso. Y si no, pregúntenle a mis sobrinos Maylén y Mariano, que en unos meses tendrán a Charo o Vicente, y que, anoche, brindó con nosotros desde la panza de May.

Ahora los dejo, tenemos que limpiar la casa, hay que darle paso a la “roña” de mañana. De lo que no estoy seguro, es de lavar el mantel.

Un abrazo y que sea un buen año.

Acerca de Oscar Posedente 12821 Articles
Periodista, locutor, actor y editor de Semanario Argentino y de Radio A de Miami. Director de Diario Sur Digital.