Ellos y nosotros

Sin dudas, “el tema” de esta última semana fue la asunción de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos.
No es motivo de esta columna tratar de analizar cuales serán las medidas económicas y/o políticas que pueda o vaya a tomar el nuevo presidente de norteamericano, que dicho sea de paso nadie podrá hacer a ciencia cierta, ya que lo único verdaderamente predecible de Trump es, precisamente, su impredicibilidad.

Muy por el contrario, el espíritu de este artículo es destacar las sustanciales diferencias entre el traspaso de mando de Obama a Trump con el de Cristina Fernández a Mauricio Macri, que en realidad ni si quiera ocurrió.

O sea, en el caso argentino, para decirlo correctamente, no hubo un traspaso presidencial, sino un cambio de gobierno que tuvo que adaptarse a la última locura de Cristina como presidente.

Ese solo hecho, el de evitar el traspaso de mando, de por sí -además de demostrar claramente la estrechez de criterio kirchnerista y el nivel de resentimiento de Cristina- es más que suficiente para determinar no solo la diferencia política, sino cultural que existe entre ambos países.

Como dijimos, el solo hecho de que Cristina haya evitado colocar la banda presidencial y entregar el bastón de mando a su sucesor describe, por sí mismo, la diferencia abismal entre ellos y nosotros. Pero en este caso puntual, nos llama la atención -a los argentinos, especialmente- las presencias de los ex presidentes en el momento de la asunción, cosa que en Argentina rara vez se pudo apreciar.

En Estados Unidos, todos van, todos participan, todos son respetados porque fueron electos por el pueblo, como debe ser.

También es para destacar algo que fue llamativo -para nosotros, insisto, los argentinos, obviamente- cuando en el almuerzo en el Capitolio el flamante presidente agradeció la presencia de Bill y Hillary Clinton. “Tengo mucho respeto por ustedes. Republicanos, demócratas, vamos a llevarnos bien”, aseguró al tiempo que pidió a los presentes que se pusieran de pie para aplaudirlos.

El gesto se leyó como un gesto de paz luego de una violenta campaña electoral en la que Trump, incluso, llegó a pedir que la ex secretaria de Estado fuera presa por el uso indebido de su correo privado para cuestiones nacionales.

Y finalizó diciendo “Sólo tengo para decir que significa mucho para mí que estén acá, así que muchas gracias”.

Otra diferencia sustancial fue la protesta que hubo en contra de la asunción del nuevo presidente. Obviamente, no tuvo nada que ver con las manifestaciones a las que estamos acostumbrados nosotros, y tampoco al accionar de la policía, que detuvo a unas 200 personas por ocasionar disturbios.

En definitiva, desde el trato cordial entre el presidente saliente y el entrante, pasando por la presencia de ex mandatarios y finalizando con las protestas de los manifestantes, todo fue muy distinto a lo ocurrido aquel 10 de diciembre de 2015 en Argentina, donde no ocurrió absolutamente nada de eso gracias al odio y resentimiento de Cristina Fernández.

Un último detalle, que al igual que todo lo demás es algo totalmente normal, pero que a los argentinos nos llama poderosamente la atención.

El ex compañero de fórmula de Barack Obama, Joe Biden, volvió a su casa en tren, ya como ex vicepresidente de Estados Unidos.

Así hizo su último viaje el vice presidente saliente desde Washington a Delaware, su hogar desde hace 40 años; algo totalmente distinto a nuestro ex vice, Amado Boudou.

Evidentemente, las diferencias con el primer mundo, o sea entre ellos y nosotros, no solo son económicas, o tecnológicas; también lo son culturales, y esa es la diferencia más importante.

Acerca de Oscar Posedente 12821 Articles
Periodista, locutor, actor y editor de Semanario Argentino y de Radio A de Miami. Director de Diario Sur Digital.