Chiche viejo

Cuando nació, su padre prometió a su esposa que no iba a presionarlo con el fútbol, que no lo induciría a ser como él.
Se reconocía fanático y por sobre todo admirador del buen juego.
Sin embargo, dejaría que Chiche eligiera, no lo presionaría.

Al cumpleaños número tres un Tío de esos también apasionado, le regaló a Chiche su primer pelota.
Chiche la miró al principio sorprendido y algo temeroso, pero cuando le tiraron la pelota contra el piso todos observaron cómo su primer reacción fue pararla con la derecha y patear con la zurda.

Su padre secretamente sin que lo viera su esposa esbozó su primer sonrisa entre dientes lleno de satisfacción.
El tiempo fue pasando y Chiche era llamado en cuanto partido hubiese.
Era el que hacía diferencia, asi su zurda avanzó hacia el club del barrio, donde era visto por más gente a través del boca a boca. Chiche era el “manija” del equipo, su categoría ganaba con su presencia no sólo partidos sino también campeonatos.

Chiche era feliz allí, con sus amigos de siempre, y con sus padres, si, también su mamá que comprendió lo mágico y sorprendente que era su hijo, siempre que cumpliera con el colegio.
Hasta que un día, a sus 14 años la “fama” trascendió tanto que vino un emisario de un club, y ese día Chiche la rompió.

Terminó el partido y aún sonriente por el resultado, Chiche ve llegar a su padre con aquel emisario.
Le dijeron de probarse en el club de sus amores y allí fue.
Cuando le preguntaron de que jugaba dijo sin pensar, “de diez”,el técnico lo miro y con un ademán medio desganado le dijo “dale pibe, jugá”

Y claro ese día a Chiche no le importó quien lo miraba y como siempre, la zurda tan mágica jugó, e hizo jugar.
El técnico no pudo con su asombro y enseguida pidió su DNI , su fecha de nacimiento y si lo tenía a mano su tipo de sangre.

Entró en la novena pero rápidamente Chiche fue recalando divisiones hasta llegar a la reserva con edad de quinta división. Y en la reserva a aquel manija le fueron quitando su identidad futbolística.
Así a Chiche le metieron en la cabeza que la reserva debía jugar como la primera, que lo importante era ser útil al equipo y sobre todas las cosas no perder.

Entonces aquel manija o enganche como le queramos llamar, pasó a ser medía punta, carrilero por izquierda, carrilero por derecha por la diagonal y la patada con la zurda, doble cinco con obligación de marca, punta solo, siempre por derecha y hasta llegar a lo insólito de marcador lateral izquierdo con proyección.
Y un día su suerte cambió aún más. Se había lesionado el tres de la primera, y el DT de primera preguntó por el pibe que había visto de 10, pero que también era carrilero y también era 3.

Ese día Chiche fue al banco, llamó a sus amigos del barrio, y promediando el segundo tiempo se lesiona el lateral izquierdo, con el partido cero a cero, el DT le dijo que entrara, claro que no de manija, de tres…
Y Chiche sabía jugar, manejaba bien la pelota pero de marcar, no era su fuerte.

Faltando cinco minutos viene un ataque la toma Chiche por la banda izquierda se saca de encima a uno y cuando enfrenta al segundo lo encara y saca un centro mágico con su zurda, la pelota hace esa curva engañosa y mortal para los arqueros, del otro lado viene el mediocampista derecho y se le anticipa un defensor contrario que la envía al córner. Impulsado por la jugada Chiche fue con autoridad a tirar el centro, pero una voz del banco lo frenó, era el DT que le decía que se quedara abajo.

Así con todo el equipo en ataque se quedo Chiche junto con el enano del marcador derecho. Se hecha el centro va al primer palo se rechaza la pelota y viene el contraataque va para el delantero, supera en velocidad al enano del cuatro y solo queda Chiche.
Y Chiche no pudo tomar al delantero no se tiro al piso ni tampoco le hizo foul, lo pasaron como alambre caído y enfrentó al arquero pelota al costado, gol, y triunfo visitante.
Lo que pasó después es de imaginar, miradas bajas y encontrar algún culpable, el flanco fácil fue nuestro Chiche.
Y las cosas para Chiche fueron distintas, su mirada fue diferente, ya no tenía esa sonrisa esas ganas, se había convertido en un Chiche viejo.

El tiempo pasó y no recuperó su posición siempre postergado, en aquel equipo grande.
Hasta que un día y con 20 años cumplidos, un viejo técnico que lo conocía del club de barrio, lo llevó a un equipo chico. Y ahí Chiche volvió a ser lo que sabe, manija, enganche o como se llame, al fin número 10. Y Chiche recuperó la sonrisa, volvió el Chiche alegre, el que daba gusto ver, simplemente porque un DT se dio cuenta que faltaba el Chiche de la gente.

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Periodista, locutor, actor y editor de Semanario Argentino y de Radio A de Miami. Director de Diario Sur Digital.