El asalto a un cuartel en Venezuela desata dudas sobre la cohesión militar

Es por el intento de copamiento al fuerte Paramacay, el domingo. El gobierno culpó al terrorismo y el hecho genera dudas. Según analistas, revela fisuras en el apoyo a Maduro.

El confuso asalto a un cuartel en Venezuela el último domingo se instaló ayer en el debate local disparando numerosos interrogantes sobre la unidad militar en torno al presidente Nicolás Maduro y su gobierno. A pesar de que aún persisten dudas sobre el significado del episodio y sobre si realmente existió en la forma en que lo afirma el gobierno, analistas y figuras de la oposición coinciden en que parece evidenciar un malestar en rangos medios de la Fuerza Armada Bolivariana (FANB), principal sostén del mandatario.

 

Muchos venezolanos se preguntaban hoy en las redes sociales si el incidente podría anunciar un alzamiento mayor de grupos en unas fuerzas armadas con un largo historial de rebeliones y cuyos soldados -como el resto de los venezolanos- están cada vez más atrapados en la crisis económica y política del país. Los analistas dicen, sin embargo, que algo así es improbable por ahora.

“Hay mucha intranquilidad, pero ellos no pueden provocar un cambio político sin un horizonte claro sobre qué viene después de Maduro”, dijo sobre el tema el ex general Hebert García Plaza, ex ministro de Maduro en el exilio, y una fuente de información para periodistas que goza de conocimiento de la interna castrense.

 

El tema no es menor en Venezuela, cuya división interna se agudizó en las últimas semanas con el impulso chavista de la Asamblea Constituyente, a la que la oposición rechaza por estimar que solo busca garantizar la permanencia del gobierno. En las últimas dos décadas, las fuerzas armadas han acumulado un poder y privilegios sin y Maduro ha dependido cada vez más de ellas a medida que su propia imagen debilita.

Mientras el debate crecía, el gobierno anunció hoy que había lanzado una persecución nacional de los 10 fugados de un total de 20 individuos -entre militares y civiles- que atacaron el fuerte Paramacay, sede de la 41 brigada del Ejército, en cercanías de la ciudad de Valencia, a 170 kilómetros al oeste de Caracas. Según anunció Maduro el domingo, hubo dos muertos y ocho arrestados. Los insurrectos buscaban copar inicialmente la armería del fuerte, uno de los de mayor poder de fuego del país, cuando fueron repelidos por los soldados.

 

El supuesto alzamiento fue liderado por el capitán Juan Carlos Caguaripano, quien, poco antes del ataque, apareció en un video en las redes sociales en el que se presenta como el “comandante de la Operación David” y anticipaba su ofensiva. Caguaripano, hoy fugado, se hallaba en el exilio tras ser expulsado de la fuerza en 2014 por “rebelión y traición”.

Las características confusas del episodio despertaron el mismo domingo dudas en la oposición acerca de si realmente existió o si fue montado por el gobierno para justificar una represión interna y identificar supuestos adherentes entre militares díscolos. Para la experta en asuntos militares Rocío San Miguel, el “beneficiado” de esta acción es “el sector más radical del chavismo, que exhibe un triunfo y empezará a perseguir a civiles y militares”. Julio Borges, el jefe opositor del Parlamento, reclamó al gobierno que explicara la verdad de lo sucedido en el fuerte y pidió que “no nos vengan con cuentos chinos”.

 

Lo cierto es que el asalto al cuartel emerge con el trasfondo de purgas anteriores en la fuerza, en medio de una disidencia y descontento en alza. En mayo, el líder opositor Henrique Capriles aseguró que unos 85 soldados, sargentos y capitanes habían sido detenidos por disentir de la “represión” a protestas opositoras, que dejan 125 muertos desde abril.

 

Capriles aclaró entonces que se debía diferenciar a los altos mandos de la tropa que sufre la crisis socioeconómica. “Hay una cúpula militar que sí esta comprometida con el gobierno, pero la fuerza armada en lo interno se parece mucho al país. Un soldado gana 40 dólares mensuales. Hay mucho descontento”, dijo el ex candidato presidencial en una entrevista exclusiva concedida a Clarín y publicada el viernes.

En rechazo a los rumores de disenso y descontento militar, el número dos del régimen, Diosdado Cabello, declaró ayer: “Aquí no hubo ningún alzamiento, es la mentira hecha política”. Y sumó su voz a la del ministro de Defensa, general Vladimir Padrino López, quien divulgó fotos de varios civiles entre los arrestados en el fuerte y subrayó la unidad castrense leyendo un mensaje ante la TV rodeado por centenares de militares uniformados y con armamentos de guerra. “Llamo a la unión nacional, a repeler (…) todos estos actos viles, traicioneros, cobardes”, dijo el militar.

 

Los analistas subrayan el hecho de que un ocaso del gobierno podría exponer a muchos oficiales a juicios por violaciones de derechos humanos y corrupción. Varios ya son blanco de sanciones estadounidenses. Aunque la oposición ha dejado claro que evitará una caza de brujas si gana el poder, muchos en las fuerzas armadas no están convencidos de las promesas de una alianza política que aparece aún muy fragmentada.

GG

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Periodista, locutor, actor y editor de Semanario Argentino y de Radio A de Miami. Director de Diario Sur Digital.