Jon Lee Anderson: “Pensábamos que el franquismo estaba muerto en España y ya vemos que no”

El reconocido periodista y escritor habló con minutouno.com sobre la crisis política en España, Trump, el regreso de debates que parecían zanjados como el del terrorismo de Estado en Argentina.

“Es necesario un periodismo combativo frente a personajes como Donald Trump” asegura Jon Lee Anderson quien sin embargo se encargó de diferenciarlo del «periodismo militante» que desde hace años alimenta «la grieta» en la Argentina. Frente a ello el periodista y escritor, firma estable del semanario The New Yorker, insistió en diálogo con minutouno.com en que entre el gran público y el poder, sólo quedan los periodistas. Aunque matizó: «aquellos que tienen una concepción de la profesión como un servicio público que debe realizarse con ciertos preceptos éticos, morales y profesionales».

Anderson, que es además profesor de la Fundación Gabriel García Márzquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, estuvo de paso por Buenos Aires para, entre otras cosas, brindar una charla organizada por la Fundación OSDE sobre los desafíos que enfrenta el periodismo en la actualidad.

Autor de una de las biografías más exhaustivas sobre el Che Guevara, escribió además crónicas sobre las invasiones de los Estados Unidos a Irak y Afganistán, la pesada herencia colonial de la que aun no pueden desprenderse muchos países africanos y la caída de Muamar Khadafi así como también los perfiles de personajes tan disímiles como Fidel Castro, Augusto Pinochet y Hugo Chávez. En diálogo con este medio, Anderson planteó algunas claves para comprender la actualidad latinoamericana, la irrupción de Trump en los Estados Unidos y el impacto de las redes sociales en el periodismo.

¿Por qué los movimientos populares latinoamericanos están en retroceso?

Esto no es privativo de América latina. Lo mismo pasó en Estados Unidos. El gobierno deBarack Obama se podría decir fue de centroizquierda y mira lo que tenemos ahora en la Casa Blanca… una especie de Michel Temer pero bocón. Creo que lo que vivimos es una suerte de hartazgo y reacción a ciertas políticas de algunos dirigentes, algunos sí sinceramente de izquierda, pero de otros que llegaron al poder con una fuerte retórica popular y que después, en lugar de transformar sus países se entregaron al status quo y en muchos casos se corrompieron. La paradoja para la izquierda en América latina es que en la mayoría de los casos no llegaron al poder como Fidel Castro, arrebatándole el poder a un dictador, por las armas, y encabezando una verdadera revolución en su país, sino por medio de todo un abanico de compromisos políticos y alianzas con el capitalismo. Muchos además son socialistas administrando el capitalismo. Y eso no ha salido muy bien simplemente porque hay una paradoja inherente ahí, o estás con tu modelo o no lo estás. Tampoco ayudó a los movimientos populares en América latina esa vertiente autoritaria. Asistimos a la administración del capitalismo por quienes se decían revolucionarios y al mismo tiempo asumieron actitudes autoritarias con los medios, con determinados grupos sociales y generaron así una fuerte polarización de sus sociedades.

¿Esa polarización se da ahora en los Estados Unidos pero desde la derecha con Donald Trump?

Claro, esto también lo hemos visto en la derecha y lo estamos viendo hoy en día en los Estados Unidos con Trump. Creo que este fenómeno es propio también de la época en que todo nos llega mediado a través de internet.

Junto con el retroceso de la centroizquierda resurgen debates que se creían zanjados, el terrorismo de Estado en Argentina, el racismo en EE.UU. y el nazismo en Alemania. ¿No estaban zanjados realmente?

Agregaría a esa lista otro debate que se creía zanjado: el franquismo en España. Pensábamos que el franquismo estaba muerto en España y ya vemos que no. Hay una relación entre todos ellos. La historia no se detiene y cuando logramos superar períodos dramáticos, violentos, y supuestamente comienzan nuevas eras, casi nunca es así. Cuando vine a la Argentina por primera vez en los ’90 yo podría haberme topado con Alfredo Astiz corriendo en un parque. No me sucedió. Pero podría haber sucedido. Era inverosímil que un país entrado en la democracia, que ya había enjuiciado a sus verdugos, los hubiera luego liberado. Ahora, en algunos casos ya muy tarde, se los ha vuelto a juzgar a y a condenar. Pero me resulta curioso, me saca que quicio que, a 34 años del retorno de la democracia, resurja una vez más el debate en torno a la cantidad de desaparecidos. Que se de otra vez el mismo debate, politizado. Esto mismo pasa ahora en los Estados Unidos con posturas racistas cuando creíamos que ya estaban superadas.

¿Y a qué lo atribuye?

Los hombres y mujeres de la generación de mis padres, si no eran del sur de los Estados Unidos, eran ajenos a lo que allí sucedía. Cien años después de la guerra civil el Ku Klux Klan seguía linchando negros. Era una fuerza de paramilitares sureños racistas vencidos que siguieron amedrentando a los negros hasta los años ’60. Después tuvimos políticas de inclusión de casi todos los presidentes de John F. Kennedy en adelante que tuvieron que introducir por ley la discriminación positiva para obligar a ciertas estructuras rígidas a aceptar a los negros. Y se logró sólo hasta cierto punto. Pensábamos que con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca eso significaba que la discusión se había zanjado. Pensábamos que Estados Unidos todavía podía ser un país misógino porque no se permitió tener una presidenta mujer, pero ya no racista. Yo estaba orgulloso de eso. Pero al final lo que vimos fue todo lo contrario. La presencia de un negro en la Casa Blanca enardeció a los racistas enquistados en la sociedad. Comenzando por el propio Trump que fue quien lideró la campaña contra Obama, y eso nos reveló que por lo menos el 30% de la sociedad estadounidense sigue siendo racista, violenta, xenófoba e inculta.

¿Esto pone en duda la eficacia de las leyes de discriminación positiva, no alcanzan para generar el cambio cultural necesario?

No. Ayudaron y mucho. Pero es verdad que no fueron suficientes. Hoy si vas a las grandes ciudades de los Estados Unidos hay una clase media norteamericana negra que no existía hace 40 años. Estos no son procesos fáciles y al parecer cien años después de una guerra civil, después del gran crimen que fue la esclavitud, no hemos todavía logrado superar el racismo. Es como lo que está sucediendo ahora con Harvey Weinstein y las denuncias de acoso sexual que están apareciendo por todas partes contra él y otros famosos. De pronto todos se percatan de algo con lo que han estado conviviendo todos los días. Estaba ahí, todos lo sabían, pero hace dos semanas nadie decía nada. Las sociedades avanzan, pero lo hacen de tropiezo en tropiezo.

¿Trump es expresión de una crisis del discurso moderado de derecha o bien de una crisis de todo el espectro de izquierda?

No sabría decirlo todavía. No hay una explicación acabada para comprender a Trump. Es un conjunto de muchas cosas. Puedo aventurar alguna tesis que incluye la manipulación de las redes sociales. Si Trump es experto en algo, eso es en manipular y él entendió bien el potencial de las redes sociales para eso. Es un hombre racista, muy repudiado en muchos ámbitos, sin embargo entendió algo que la clase política tradicional no porque son nuevas y son muy contundentes y es el grado de penetración, de influencia de las redes sociales.

Alguna vez dijo que entre la multitud y los poderosos sólo estamos los periodistas ¿Con el auge de las redes sociales y el caudal de información que transita a través de ellas sostiene todavía esa idea?

Lo dije y lo digo en forma determinista. No como un dato fáctico. Lo que digo es que si no estamos nosotros no hay nadie. Es cierto que ahora disputamos ese espacio con los trolls y las fake news, pero los periodistas con una concepción de la profesión como un servicio público y con ciertos preceptos éticos, morales y profesionales somos los únicos entre el gran público y el poder de turno, el poder establecido. Puede sí, que tengamos ahora que disputar ese espacio contra las fake news y la posverdad, pero si no estamos nosotros estamos perdidos y si no mira, ya tenemos un tarado en la Casa Blanca que todos los días tilda al New York Times y al Washington Post de fake news y es exactamente al contrario. Él es un troll. Él es el rey de los trolls en todo el mundo.

 

 

GG

Acerca de Oscar Posedente 12821 Articles
Periodista, locutor, actor y editor de Semanario Argentino y de Radio A de Miami. Director de Diario Sur Digital.