Volver a casa

Kike necesitaba volver a sentir esa emoción única, de pensarlo se llenaba gozo, de plenitud.
Por distintas obligaciones de la vida, y por trabajo, pocas veces se regala ese pequeño gustito de volver a ese Estadio.

Es que por más que se prenda por la tele, y escuche a su relator preferido partidario de su equipo, ir a la cancha tiene otro sabor. Kike es de esos, que disfruta todo, el antes, el durante y el después. Recorrió los caminos del estadio una y mil veces, desde su infancia con su viejo, cuando lo llevo por primera vez teniendo el apenas 5 años. Esta vez, como el aire que respira, necesitaba recorrer esos mismos lugares, necesitaba verse de nuevo de niño de la mano de su padre, necesitaba hacerlo esta vez y tener de la mano a su propio hijo.

Y así, se dispuso el domingo en forma distinta, le dijo a la patrona que iba a la cancha, como esperando su aprobación o no, porque tenía decidido que era hora de volver a casa. Llamo a su sobrino, y a su cuñado y a la hora indicada, después de tanta ansiedad partieron al Estadio. Kike disfrutaba el “antes” indicándoles a los muchachos quien jugaba, quien iba al banco de suplentes, y charlando con ellos, que como podía ser que dejara en el banco a un pibe que había visto jugar en las inferiores.

Dejaron el auto donde siempre, cerca del hospital de la zona, a pocas cuadras del Estadio, una mujer sin varios dientes ofreció sus servicios de cuida coches. Enseguida bromearon los cuatro que esa plata iba seguro para algún implante dentario.

Caminando al Estadio, eran muchos los puestos en la calle de vendedores que ofrecían, gorrito, camiseta y llaveritos.
Se acordó de inmediato que había prometido una camisetita a un sobrinito y preguntó el precio a varios, logrando como buen comerciante un panorama de precios y productos.

Ya a dos cuadras los controles policiales, Kike siempre lleva la pequeña portátil, porque le encanta ver el partido y escuchar a su relator de radio preferido.

A dos cuadras, se olía el perfume deseoso del chori o del paty, con el que siempre con sus compañeros de cancha empieza o termina la jornada. Esta vez eligieron para después, porque la urgencia era a pesar de que habían llegado dos horas antes, obtener rápidamente la entrada.

Cuando finalmente obtuvieron la entrada, llegaron al playón donde tantas veces de chico recorrió ese camino. Se acordó al notar la cancha auxiliar pegada el Estadio, cuando su viejo le pateaba unos tiros y el chiquito y con guantes de arquero, atajaba esa pelota de gajos de los colores de su amado equipo. Luego de la cancha auxiliar la confitería, hoy totalmente cambiada porque allí ahora habían instalado la pension de los juveniles del club, más allá las piletas, donde tantas veces las disfruto en verano.

Finalmente luego de su recorrido vino la entrada al mismo Estadio, tuvieron que subir una profunda escalera, que le hizo recordar ese pequeño dolor de rodilla producto de una artrosis. Y cuando ya venía el ultimo escalón, ahí si el verde césped, las tribunas el colorido de su equipo pintados en las gradas del estadio, las banderas de la hinchada, entrada que parece siempre distinta y nueva, pero en su mente como si fuera una película pasa las distintas veces, desde la primera vez, que fue a ese Estadio.

Eligieron la butaca, en el medio geográfico de la mitad justa de la cancha. Kike es de esos que miran hasta el último detalle, recordaba cuando una vez ese mismo Estadio que ahora luce pleno, fue cerrado por reformas y mantenimiento cuando él estaba allá en la primaria.

A poco de empezar entraron a precalentar los jugadores de ambos equipos, y codeándose con su cuñado les dice, mira el pibe, el 10, ese la gasta ehh, acordate… El arquero ovacionado por todos, y saludando a la hinchada, iba de un lado a otro.

Y luego de algunos minutos, los actores de ese espectáculo, fueron a cambiarse para interpretar la sinfonía de juego y goles. Entro su equipo bajo la algarabía de cantos, globos y papelitos, la gente estaba exultante.

Kike es de esos hinchas que miran como están parados los equipos, como lo hace determinado jugador, eso que la TV no le permite observar. Una catarata de recuerdos, desde aquella vez que vio la gloria, a aquella vez donde le tocò la mayor tristeza haberse ido al descenso.

Pero esta vez se dejó llevar por la admiración, un pibito lo llenò de futbol ese que sospechaba que iba a ser figura finalmente lo fue, el viejo atacante hizo lo suyo también. Y por un momento después de gritar buenos goles y quedándose afónico de tanto grito, y viendo la gente llena de gozo y cantando, se sentó, miró, disfrutó y amó ese momento pleno.

Siempre repite que su equipo le transmite, lo que hace una novia, todos los estados de ánimo, la ansiedad, la tortura de la espera, la pasión, el éxtasis, el gozo y el pesar. Esta vez era gozo pleno, su equipo era una sinfonía, un buen juego, y el pibe ese que sospechaba que era bueno se recibió de crack.

El pibe que sale la gente lo idolatra, el corazón pleno, la cancha exultante, faltaba el paty y la coca, que esta vez fue reemplazado por una muzza y una fainá.

Corazón lleno, Kike había vuelto a casa, la que nunca se va, y siempre lo espera.

Acerca de Oscar Posedente 12821 Articles
Periodista, locutor, actor y editor de Semanario Argentino y de Radio A de Miami. Director de Diario Sur Digital.