La sucursal de la costa

Cuando el gerente general lo llamó para tener una reunión junto con el gerente de sucursales, le llamó la atención. Como encargado de área, su desempeño era impecable y, salvo que la empresa cambiase alguna de sus políticas, no entedía el por qué de la reunión. Luego, al salir de ella, lo único que llamó su atención, fue la insistencia de ambos, para que aceptase el hacerse cargo de la Sucursaal de la Costa. De nadaa sirvió, el que les dijese que, él, era un porteño enfermizo: para cada excusa, encontraron una respuesta que, como ellos esperaban, lo llevó a aceptar.

Como cada tarde, se acercó hasta la costa a tomarse unos mates. No hacía mucho que se había mudado a la ciudad costera y, para su asombro, le había encantado.

Él, que como siempre decía, era un bicho de ciudad, de no haber sido porque en la empresa donde trabajaba, le propusieron hacerse cargo del área de la costa, jamás se hubiese imaginado tan a sus anchas. Si bien, de vez en cuando, extrañaba el centro, lo cierto era que, cada tarde, no podía evitar hacerse una corrida hasta el mar a tomarse unos amargos mientras sentía la brisa del mar dándole en la cara.
“¡No sé qué bicho te picó!”, le decía la esposa ante el repentino cambio de hábito.
Esa, era una tarde como tantas. Con el sol jugueteando sobre las olas, la gaviotas revoloteando en busca de alguna presa, y el sonido del oleaje pegando sobre la orilla.

De pronto, la brisa cambió hacia el este y, sin explicación alguna, escuchó las voces por primera vez. Aunque venían desde el mar, miró a sus espaldas buscando a alguien. Nada. No se veía a nada. Miró entonces hacia el horizonte y, lo mismo. Sin más, intentó entender qué era lo que las voces decían. Hablaban idiomas que no conocía. O, mejor, que no dominaba. Porque, entre ellas, podía distinguir el francés, portugués, y, el resto, idiomas eslavos, orientales, hasta africanos.

De repente, y sin saber por qué le salio el preguntar “¡Eh, qué pasa ¿qué quieren?”
La pregunta provocó un murmullo y una serie de “¡Ehs!” como los que alguien hace llamando a alguien en cualquier idioma.
Al los segundos, escuchó un “¿Quién eres tú?”, preguntó una voz con acento gallego.
“Me hablás a mí?”, preguntó asombrado.

“Sí. A ti ¿de dónde eres, en qué hablas?”, preguntó la misma voz.
“¿Me estás gastando?” dijo él.
“¿Qué es gastando?”, dijo la voz gallega.
“¡Ah, no. Me estás cargando, pelotudo!”, le dijo con bronca.
“Perdón ¿qué es pelotudo?”, repreguntó la voz desde el mar.
“¡Pero andate a cagar, hijo de puta!”, saltó recaliente.
“¡Más puta será tu madre, gilipollas!”, dijo la voz a los gritos.
“¡Pero hacete culiar, gallego de mierda!”
“Perdona, hombre, de dónde eres?”, preguntó el gallego.
“!De Argentina, y qué!”, le contestó.
“Nada¡Vete a hacer puñetas, sudaca de mierda!”, dijo la voz.
“!Vení, cagón, vení!¡Vení, poné la jeta, si te la bancás, cagón!”, dijo desafiante.
Nadie respondió, solo el oleaje pegando contra la orilla.
“Che, llamó Beto, quiere e volver sí o sí”, le dijo el gerente de sucursales al gerente general.
“!Cagamos!”, dijo este, “Otro más que escuchó las voces! Esta bien, decile que vuelva. Pero decile lo mismo que a los anteriores, que si le cuenta a alguien lo de las voces, lo despedimos, o lo jubilamos por demencia prematura”.

Acerca de Oscar Posedente 12821 Articles
Periodista, locutor, actor y editor de Semanario Argentino y de Radio A de Miami. Director de Diario Sur Digital.