1° de Mayo de 1974, el día que pasó a la historia: “Perón echó a los Montoneros” de la Plaza de Mayo

Ese día de furia, se consumó, entre insultos, la ruptura del líder justicialista con las organizaciones armadas que lo ayudaron a volver al poder tras 18 años de proscripción.

Los acontecimientos del 1° de Mayo de 1974 pasaron a la historia como el día en que “Perón echó a los Montoneros” de la Plaza de Mayo, aunque éstos alegan que se fueron voluntariamente en manifestación de repudio al giro político del general. La forzada convivencia entre la “patria peronista” y la “patria socialista” en torno al mismo líder estallaba en pedazos.

Cualquiera sea la interpretación, “Perón los echó” o “nosotros nos fuimos”, las contradicciones entre ambos ya eran insuperables cuando en aquella jornada histórica Perón se presentó, como acostumbraba a hacer desde la década del 40, a dialogar directamente con el pueblo para preguntarle desde el balcón de la Casa Rosada si estaba conforme con su gobierno. En los días previos, algunos militantes sindicales habían pegado por toda la ciudad afiches con la consigna “Conformes, mi general”, que anticipaban la respuesta de un sector. Pero Montoneros habían adelantado, por su parte, que irían a la plaza “para decirle personalmente al general todo lo que pensamos”. El enfrentamiento era inevitable.

Que Perón trató de “estúpidos”, “imberbes” e “infiltrados” a los montoneros, y que éstos insultaron a las dos esposas del general, Eva e Isabel Perón, son manifestaciones perdurables de la furia verbal desatada en esa jornada, en la que también hubo violencia física. También grupos sindicales se enfrentaban con los manifestantes de la Tendencia en retirada, con las astas de los carteles y pancartas convertidas en garrotes. Hubo muchos heridos pero ninguna muerte.

Aquel 1° de Mayo fatídico, los montoneros pasaron sin transición de constituir la “juventud maravillosa” que libraba una “guerra revolucionaria” a ser “imberbes” y “estúpidos”. La relación que se rompió ese día había durado tres años. Los grupos armados se apoyaron en el líder proscripto para desarrollar su proyecto político de poder y éste los respaldó como un medio más para recuperar el poder desde el destierro. Perón alentaba el accionar armado de los montoneros, y posponía las diferencias ideológicas entre el proyecto socialista y el suyo propio.

Los montoneros habían ingresado a la escena política el 1° de Junio de 1970 con el secuestro y asesinato del ex dictador Pedro Eugenio Aramburu, responsable de los fusilamientos de José León Juárez y del secuestro del cadáver de Eva Perón. Esa muerte les dio una marca de identidad expresada en la consigna “Duro, duro, duro, estos son los montoneros que mataron a Aramburu”. En sus primeros comunicados, manifestaron su adhesión al liderazgo de Perón, llamaron a llevar una resistencia armada en contra de la dictadura y a luchar por el regreso del líder proscripto.

En 1971, comenzó un intercambio epistolar entre los montoneros y Perón. Ambos encontraron coincidencias en torno a conceptos genéricos como “lucha contra los imperialismos”, “liberación” y “socialismo nacional”. Los montoneros pusieron en marcha una política de afiliación masiva al Partido Justicialista, se abrieron unidades básicas y se lanzó la consigna “luche y vuelve”. Se formó un frente conocido como la “Tendencia Revolucionaria”, en la que confluían, junto a las formaciones armadas, la Juventud Peronista (JP), la Juventud Universitaria Peronista (JUP), la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) y el Movimiento de Villeros Peronistas, entre otros. Con frases como “la violencia en manos del pueblo no es violencia, es justicia” Perón alentaba el accionar armado de los montoneros, y posponía las diferencias ideológicas entre el proyecto socialista y el suyo propio.

Los montoneros apoyaron la campaña electoral de Héctor Cámpora y suspendieron las actividades armadas. En compensación, tuvieron su cuota de poder con gobernadores y ministros afines. Pero las diferencias eran inocultables. El equilibrio cada vez más precario sobrevivió a sucesivas crisis de violencia. Quedó en la historia la “masacre de Ezeiza”, del 20 de Junio de 1973, el día del regreso de Perón a la Argentina cuando hubo un enfrentamiento entre la derecha y la izquierda del peronismo con el saldo de 13 muertos e innumerables heridos. Al final, el avión que lo traía tuvo que aterrizar en el aeropuerto de la base aérea de Morón. Lo que iba a ser un festejo popular de bienvenida se convirtió en una tragedia.

Perón no pudo ser candidato en las elecciones del 25 de Mayo de 1973 porque no tenía domicilio registrado en Argentina. Designó en su lugar a Héctor Cámpora, que ganó pero solo ejerció la presidencia por 49 días. Luego renunció para que el 23 de Setiembre el general fuera elegido por abrumadora mayoría. Pero apenas dos días después, los montoneros asesinaron al secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci. “Estos balazos fueron para mí”, asumió Perón. La relación se complicaba cada vez más.  

Perón urgió la sanción del proyecto de reforma del Código Penal que agravaba las penas por secuestro, asociación ilícita y fabricación de explosivos. Los diputados de los montoneros se opusieron y pidieron ver a Perón, que los recibió en Enero de 1974, y rechazó los cuestionamientos. ¿”Nos vamos a dejar matar?” les espetó. Ocho diputados renunciaron a sus bancas

Con ese clima, llegó el 1° de Mayo. Como era un acto para fortalecer la unidad nacional, solo se admitían banderas argentinas. Pero los montoneros que fingieron aceptar la consigna, llevaban ocultas dentro de los bombos y entre las ropas aerosoles y pancartas enunciativas que desplegaron para enojo del general.

Finalmente todo estalló. La patria peronista quedo dueña de la plaza. Fue el principio del fin del proyecto de imponer la patria socialista por métodos no violentos. El peronismo también se rompió ese 1° de Mayo histórico. En la misma plaza, el 12 de Junio de ese 1974, el frío acentuaba la tristeza de la concurrencia, cuando el viejo y cansado general, como quien se despide presintiendo el fin del camino, dijo: “Llevo en mis oídos la música más maravillosa que para mí es la palabra del pueblo argentino”, y se metió en su despacho lentamente, como quien se desangra. Algunos historiadores coinciden en que a pesar de los insultos y descalificaciones, Perón intentó tender puentes de reconciliación con los montoneros que duraron hasta el día de su muerte, ocurrida el 1° de Julio de 1974 cuando tenía 78 años. La violencia lo sobrevivió.

Ese 1° de Julio, asumió la presidencia Isabel Perón. El 6 de Setiembre, los dirigentes de Montoneros pasaron a la clandestinidad y anunciaron que retornaban a la lucha armada, que en rigor nunca habían abandonado. Dos días después, el gobierno declaraba “ilegal” y “terrorista” a esa organización. La Argentina se acercaba a pasos agigantados hacia el abismo. El 24 de Marzo de 1976 la viuda de Perón fue derrocada por los militares. Comenzaba la dictadura más feroz de la historia. (Julio Bazán)

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