El documental The Stroll. El documental transmitido por HBO revela la historia de las personas trans que solían trabajar en las calles del antiguo Meatpacking District en Nueva York, antes de que la zona se convirtiera en un enclave moderno en el corazón de la Gran Manzana.
El Whitney Museum, uno de los más destacados de la urbe, rivalizando directamente con el MoMa, el Metropolitan y el Guggenheim en cuanto a la excelencia de sus colecciones permanentes de arte estadounidense principalmente de los Siglos XX y XXI. El High Line, un recorrido situado en una antigua y abandonada línea ferroviaria, que opera como una especie de galería al aire libre con obras de artistas tan diversos como Stephen Vitielo, Tony Matelli o Phyllida Barlow, entre muchos otros. La proximidad a un barrio tan bohemio como atrayente, como lo es Chelsea. Los ahora escasos pero leales mataderos que sobreviven en un vecindario que los solía destacar. Y una zona roja que solía ser identificada con la prostitución liderada por personas trans, que la consideraron su territorio desde los años 80 en adelante, enfrentándose a menudo a la policía como su enemigo principal.
The Stroll, un documental de noventa minutos disponible en HBO Max, dirigido por Kristen Lovell y Zackary Drucker, narra la transformación del antiguo Meatpacking District, el vecindario neoyorquino previamente mencionado. Un espacio que, para ponerlo en contexto, se asemejaba al Viejo Palermo de los años 80, aunque en lugar de talleres mecánicos albergaba innumerables mataderos y carnicerías, necesarios para abastecer a una metrópolis como Nueva York. Una área dominada por personas trans que ejercían el oficio más antiguo de la humanidad, usualmente en condiciones deplorables. Y actualmente, una zona moderna tras la desaparición tanto de la industria cárnica como de la prostitución, dando paso a tiendas de marcas prestigiosas como Apple, Puma, Louboutin, Alexander McQueen, Barbour o Moschino, entre otras. Gentrificación, un proceso incesante que ocurre en todas partes.
Lo intrigante de The Stroll es que Lovell, una de las directoras, es una ex trabajadora sexual trans que solía deambular por ese lugar antes de que se transformara en la moderna zona actual. Por lo tanto, su acceso a colegas de la época y la selección de imágenes de archivo enormes están garantizados, lo que asegura que lo que se muestra y los testimonios contemporáneos se combinen para presentar una perspectiva precisa y, a veces, nostálgica de la camaradería entre compañeros en medio de abusos policiales y de algunos clientes, siempre con cariño.
Dos momentos marcan el cambio en la dinámica del vecindario. El primero es la elección de Rudy Guiliani como alcalde de la ciudad y su política de Tolerancia Cero, que, en este caso, resultó en penas de prisión para las personas trans después de tres detenciones por «solicitar clientes» en la vía pública. Estas detenciones, por supuesto, a menudo eran arbitrarias y caprichosas. El otro, por supuesto, es el ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, el peor atentado que Estados Unidos ha sufrido en su territorio. Los cambios en la forma en que las trabajadoras sexuales buscaban clientes, gracias a Internet, contribuyeron a que en el Meatpacking los delantales blancos manchados con sangre de ganado y el olor desagradable de la faena fueran reemplazados por fragancias de Prada y atuendos de Stella McCartney.
Las animaciones, que a menudo complementan el material de archivo y en casos como este suelen ser toscas o caprichosas, en The Stroll funcionan de manera inversa, respaldando la expresión visual. El antes y después de ciertas esquinas y lugares son una especie de triunfo para aquellos que solían frecuentarlos. Si bien comprenden que muchas de las luchas trans las tuvieron como protagonistas, ver cómo ese antiguo y sórdido lugar se ha convertido en un sitio luminoso y turístico no deja de ser agridulce. Así son las contradicciones del capitalismo en la ciudad que mejor las personifica.
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