Las autoridades cariocas están dispuestas a prohibir hasta las más sagradas tradiciones de Río de Janeiro en su intento por frenar la segunda ola de coronavirus que afecta a la ciudad. Tras cancelar en forma definitiva el Carnaval hace dos semanas, ahora el alcalde, Eduardo Paes, redobló la apuesta: vetó cualquier celebración en las calles durante las fiestas carnestolendas, otra gran tradición local.
Además prohibió también la venta ambulante durante el mismo período y amenazó con aplicar hasta un año de cárcel a quienes violen estas disposiciones.
El Carnaval carioca no es solo una de las más famosas celebraciones populares del mundo. Es un período de algarabía popular, de bailes callejeros y desfiles más allá de la competencia oficial que se realiza en el Sambódromo y que llama la atención del turismo internacional. Pero más allá de la celebración, toda la ciudad se mueve en torno a esta fiesta del pueblo.
El decreto firmado por el alcalde, prohíbe entre el 12 y el 22 de Febrero las “concentraciones y desfiles de gremios y bloques carnavalescos” y cualquier “actividad recreativa” que se le asemeje, así como la venta ambulante que suele rodear esas fiestas. Este último punto significa un golpe durísimo a la economía informal que gira alrededor de estas conmemoraciones
La medida establece también penas de hasta un año de cárcel y multas para quienes se salten la norma poniendo en riesgo la salud pública y autoriza a los agentes públicos a requisar mercancías, instrumentos musicales y vehículos. Incluso, los bloques y gremios carnavalescos que sean sancionados verán rechazada su credencial para el Carnaval de 2022.
Las fiestas carnavalescas cariocas son una verdadera pesadilla para los epidemiólogos. Son un cóctel peligrosísimo, ya que agolpan a millones de personas por toda la ciudad y durante varios días.
En Septiembre de 2020, las escuelas oficiales de samba, encargadas de los desfiles, decidieron aplazar el Carnaval hasta Julio. Pero hace dos semanas Paes descartó esa fecha ante el severo repunte de muertos y contagiados en la segunda ola de la pandemia y en vista de lento de ritmo de vacunación en Brasil, el segundo país con más muertos (228.000), solo por detrás de Estados Unidos.
Ahora, con esta nueva medida, el alcalde se asegura que no “surjan” fiestas espontáneas, que suelen desparramarse por toda la ciudad en esta época del año. “Vamos a tener que ir atrás de eso. Una pelea de gato y ratón, teniendo que castigar, penalizar e interrumpir la fiesta de quien quiera hacer fiestas”, dijo Paes
La “Cidade Maravilhosa”, con 6,7 millones de habitantes, se convirtió en la más castigada del país. Contabiliza 17.535 muertos, una decena más que San Pablo que la sigue con 17.523 pero que tiene el doble de habitantes, según datos del ministerio brasileño de Salud. (TN)
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