Una investigación de la Associated Press reveló que miles de niños han sido sacados de los sótanos de ciudades bombardeadas como Mariúpol y de orfanatos del territorio separatista de Donbás. Se trata de los hijos de personas que murieron en los bombardeos rusos, de instituciones o que estaban con familias de acogida temporal.
Rusia dice que estos niños no tienen padres ni custodios legales, o que estos no pueden ser ubicados. La AP, sin embargo, comprobó que las autoridades se llevaron a niños ucranianos a Rusia o a territorios bajo control ruso sin su consentimiento, les mintieron, diciéndoles que sus padres no los querían, y los entregaron a familias rusas, al tiempo que les dieron ciudadanía rusa.
Se trata de la investigación más grande llevada a cabo hasta ahora de la apropiación de huérfanos ucranianos y de la primera que abarca todos los pasos, desde la apropiación hasta la crianza de los menores en Rusia. Se basa en decenas de entrevistas a padres, hijos y funcionarios en Ucrania y en Rusia; en emails y cartas, en documentos rusos y en informes de la prensa rusa.
La crianza de “chicos de la guerra” en otro país u otra cultura puede ser un indicio de un genocidio, un esfuerzo por eliminar la identidad de las personas. Varios fiscales dicen que se trata de una política que viene directamente del presidente ruso Vladimir Putin.
“No es algo que se da en el fragor del combate”, sostuvo Stephen Rapp, ex embajador plenipotenciario de Estados Unidos para Crímenes de Guerra, que asesora a los fiscales ucranianos.
Las leyes rusas prohíben la adopción de niños extranjeros. Pero en mayo Putin firmó un decreto que permite acelerar la ciudadanía de los niños ucranianos que no tienen quién los cuide.
Rusia preparó un registro de familias que podrían recibir a niños ucranianos, ofreciéndoles apoyo financiero. Presenta las adopciones como un acto de generosidad. La televisión estatal transmite ceremonias en las que se entrega pasaportes rusos a los niños ucranianos.
No está claro cuántos niños han sido apropiados. Las autoridades ucranianas dicen que casi 8.000 menores fueron llevados a Rusia. Los rusos no dan cifras.
En marzo, la defensora del pueblo rusa María Lvova-Belova dijo que mil menores de Ucrania estaban en Rusia. Desde entonces llegaron muchos más, incluidos unos 230 a comienzos de octubre.
La misma Lvova-Belova se hizo cargo de un adolescente y fue sancionada por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá y Australia. Al ser contactada, su oficina se limitó a reproducir lo que le dijo a una agencia noticiosa estatal rusa, que estaba “ayudando a que los niños conserven su derecho a vivir bajo un cielo pacífico y a ser felices”.
La AP visitó un campamento junto al mar en la ciudad rusa de Taganrog, donde fueron alojados cientos de huérfanos ucranianos.
Una madre de crianza profesional de la región de Moscú declaró que los servicios sociales la habían llamado para que se hiciese cargo de uno de los niños ucranianos. Ya tenía seis chicos rusos y recibió otros tres de Mariúpol, hoy ocupada por los rusos. Los tres niños recibieron ya la ciudadanía rusa.
Los chicos dijeron que, luego de que su madre de crianza los dejase en un refugio de Mariúpol, los militares rusos se los llevaron. Tuvieron que elegir entre vivir con una familia rusa o en un orfanato ruso.
Una muchacha de 15 años fue a dar a una casa con un jardín y una piscina inflable. Dice que está ansiosa por iniciar una nueva vida en Rusia, en parte porque su escuela en Ucrania fue bombardeada y una de sus compañeras falleció. Casi todo el mundo se fue de Mariúpol, indicó.
Rusia también fue acusada de apropiarse de menores en el 2014, cuando anexó la península de Crimea. Por entonces, Ucrania denunció ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos que más de 80 niños de Luhansk habían sido secuestrados en un puesto de control y llevados a Rusia. Separadamente, familias rusas adoptaron a al menos 30 menores de Crimea.
Esta vez, al menos 96 menores fueron devueltos a Ucrania desde marzo, luego de negociaciones, algunas de ellas en los máximos niveles del gobierno.
En Mariúpol, los chicos de Lopatkina pasaron varios días en un sótano en un centro donde estaban de vacaciones.
Su hijo adoptivo Timofey, de 17 años, cuidó de sus hermanos menores, tres de los cuales tienen enfermedades crónicas o incapacidades.
Perdieron el contacto con su madre cuando hubo un apagón. Un médico de Mariúpol logró evacuarlos, pero fuerzas pro-rusas los detuvieron en un puesto de control. Fueron a parar a un hospital en la República Popular de Donetsk (RPD), controlada por separatistas pro-rusos.
Cuando Timofey le envió un mensaje a su madre, ella ya estaba fuera del país. Él estaba furioso.
A Olga Lopatkina le tomó varias llamadas explicarle a Timofey lo que había sucedido.
Para esta maestra de música y artes, que perdió a su madre de adolescente y su casa en el 2014, la pesadilla con sus hijos fue lo peor que le ha pasado en la vida. Cuando estalló la guerra, pronto resultó demasiado peligroso viajar de su casa, en Vuhledar, a Mariúpol, que queda a 100 kilómetros (60 millas). Su hija biológica, Rada, de 18 años, quedó varada en la casa de un tío cerca de Járkiv.
Cuando empezaron los bombardeos, Lopatkina decidió irse a la frontera, recogiendo a su hija en el camino. Lograron llegar a Francia.
Ella habló con funcionarios rusos y ucranianos, y también con activistas. Las autoridades de Donetsk le dijeron finamente que podría recuperar a sus hijos si iba a Rusia a buscarlos. Ella temió que fuese una trampa y se negó a ir.
En la RPD, las autoridades le dijeron a Timofey que un tribunal le quitaría a Lopatkina y su marido su custodia y que sus hermanos menores serían ubicados con familias en Rusia.
Sin embargo, las autoridades de la RPD aceptaron entregarle los chicos a un voluntario con un poder de Lopatkina.
Tras un viaje de tres días en autobús por Rusia, los chicos se reunieron finalmente con su padre en Berlín y partieron hacia Francia.
Timofey se sintió aliviado. “Ya no recaía toda la responsabilidad en mí”, expresó. “Le dije: ’Mami, hazte cargo. Ahora vuelvo a ser un niño”.